Posibilidad de un nido

En Twitter las mujeres no nos corremos esas juergas que tú sabes

Un grupo de amigas.
Un grupo de amigas.

En aquellos tiempos nosotras follábamos, bailábamos hasta perder un tacón o dos zapatos, bebíamos, vivíamos de noche y nos corríamos esas juergas que tú sabes. Sí, esas.

Yo vivía en Barcelona y allí los años 80 no terminaron. No exactamente. Ese no es el verbo. Aquello no fue un terminar. En Barcelona, los años 80 reventaron en una extraordinaria combustión de artificio. Los señores de secular pedigrí presupuestaban grandes estructuras a las que denominaban JJOO, el alcalde Maragall soñaba con "abrir la ciudad al mar", Xavier Mariscal diseñaba gambas y perros de cartón piedra, Juan Antonio Samaranch exhibía la insoportable solidez del franquismo y en los barrios, como siempre, se bailaba caliente, se fumaban porros, se decían y hacían cosas por las que ahora acabaríamos en la trena. Solo un ruido de fondo rompía esa verbena en la que La Caixa convivía con okupas e insumisos. Era el rechinar de los dientes de Pujol.

Todos los días iban a morir al Karma de la Plaza Real. Lanzaras cuantas veces lanzaras los dados te salía un Karma, la discoteca adonde los guapos de extrarradio bajaban a celebrar victorias socialistas en las urnas –qué tiempos extraños– y las universitarias de provincias aprendíamos a sudar.

Me ha venido esto a la cabeza por lo de Twitter. Y por el rastro que dejamos ahí, indeleble y modelo: no follar, no beber, no perder un tacón o dos zapatos, no vivir de noche y no corrernos esas juergas que tú sabes. Sí, esas.

Estaba yo esta semana doliente y comprometida como ejerzo, cuando mi querida y listísima Lucía Lijtmaer se ha marcado un sal-de-ahí. Un sal-de-ahí podría definirse como ese gesto que una feminista regala a otra de la misma manera que el Padre Karras de El Exorcista sacó un demonio (el primero de la saga) de la niña aquella podrida. Y entonces me ha venido a la cabeza Patti Smith. El Gloria de Patti Smith.

Así arranca:

Jesus died for somebody's sins but not mine/ meltin' in a pot of thieves/ wild card up my sleeve/ thick heart of stone/ my sins my own/ they belong to me, me

people say beware/ but I don't care/ the words are just/ rules and regulations to me

(Jesús murió por los pecados de alguien pero no por los míos/ mezclada entre ladrones/ un comodín en la manga/ duro corazón de piedra/ mis pecados, los míos/ me pertenecen a mí

la gente dice cuidado/ pero no me importa/ las palabras solo/ significan normas y reglamentos para mí)

O sea: sal de ahí, no te encierres, échate a la calle, vamos a bailar, deja de sufrir tanto y todo el rato.

Así que, ya digo, doliente y comprometida como ejerzo, me he preguntado por qué la Gloria de Patti Smith une aquella Barcelona de la Cristinita estudiante con este sal-de-ahí actual: Por el retrato de lo que somos.

Llevo tiempo observando que en Twitter las mujeres no pierden lo papeles, no beben, no follan, no pierden un tacón o dos zapatos, no viven de noche y no se corren esas juergas que tú sabes. Y resulta aterrador.

A ver, tenemos varias formas de existencia, varias "realidades", que discurren en paralelo. Tú me miras a la cara y sabes que estoy triste. Yo escribo en una red social "qué felicidad estar junto a mi huerto urbano" y puedes pensar lo que quieras, pero básicamente se trata de que quiero que pienses que estoy feliz. Los roles en las redes sociales son grano para una buena cosecha de análisis sociales, políticos, sicológicos etc. No es mi empeño. Voy a referirme a lo que veo.

Lo que veo es que las mujeres (las que yo conozco, que además de no ser pocas son llamémosles "referentes") cuentan sus preocupaciones e indignaciones políticas, muestran lo que leen y las series que ven, retratan su destreza en la elaboración de la paella, inventan proclamas feministas, apoyan movimientos sociales... Pero ay si a alguna se le ocurre dejar caer un detalle sobre la juerga que se corrió la noche anterior. Hoguera.

En esa realidad que discurre en paralelo al existir de nuestra carne, las mujeres estamos recibiendo un adiestramiento basado en el premio/castigo que modifica nuestra forma de mostrarnos. O sea, que nos modifica, porque somos (mucho) nuestra forma de mostrarnos, ahí estamos y sobre eso nos construimos. De manera que si una mujer con cierta presencia pública (ni siquiera hace falta tanta) cuenta que ha tenido una noche tan rica, sea con hombre, mujer o ambos, "que todavía escurre la sábana", cargará con el sambenito de "la puta" y se referirán a ella siempre como alguien "de rodillas". Si una mujer publica "tengo una resaca que me duele hasta el cenicero", a partir de entonces pasará a ser "la borracha". Ah, pero follar y beber son costumbres habituales. Si una mujer publica la gozosa experiencia de "haber alargado la noche hasta que sirven los churros", su alegría será pasto de mastuerzos y la triturarán.

Parece una bobada. Ja.

Poco a poco, se ha ido arrinconando en las redes sociales a las mujeres como habitantes del mundo político, activista, doméstico, gastronómico, comprometido, materno o del ámbito de las mascotas y así. Pero las mujeres también follamos, perdemos un tacón o dos zapatos, bebemos, vivimos de noche y nos corremos esas juergas que tú sabes. Sí, esas. Lo cual no está reñido con el feminismo, la maternidad y blablablá. Ah, pero no lo contamos.

¿Por qué resulta relevante esa ocultación? Alguien podría argüir que porque se refiere al ámbito personal. Pues mira, de la misma manera que el compromiso político y la maternidad, las mascotas y (ya a un nivel digamos que extremo) la menstruación. Y de eso, qué casualidad, sí podemos hablar, y hablamos. ¿No estábamos en eso de que lo personal es político?

Voy a insistir: ¿Por qué resulta relevante esa ocultación? Por el retrato que dejamos en herencia. No es lo mismo crecer teniendo como referentes, por adhesión u oposición, a Janis Joplin, Dorothy Parker, Patty Smith, Anaïs Nin, Virginia Woolf, Greta Garbo o Ava Gardner que cargar con la losa de que la fiesta, el desenfreno, el sexo, bailar hasta perder los tacones o el goce de cualquier otro tipo son actitudes que merecen castigo. Y vaya si lo merecen.

Crecer ante la evidencia de que las mujeres solo son respetadas si sufren o se parten el lomo es algo que no deberíamos dejar en herencia. Y sin embargo, lo estamos haciendo. Estamos mostrando solamente lo que una construcción de machos puritanos, controladores, represores e ignorantes nos permiten.

Queda dicho en esta columna, ya que en Twitter me mandarían a la hoguera.

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