La mujer, una senadora, vota. Lo hace, según ella, siguiendo el mandato de su conciencia. Esa mujer vota NO a la legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo. En Argentina. Esa mujer puede realizar ese gesto, puede votar, porque otras mujeres, feministas, lucharon hace décadas por el derecho de la mujer al voto, por el sufragio universal.
Para que esa mujer pueda votar NO al aborto, miles de feministas se dejaron la piel, invirtieron horas, dinero, dolor, agotamiento, familia.
Ella sabe que, en Argentina, como en la mayoría de los países del mundo no se reconoce el derecho de las mujeres a interrumpir el embarazo. Pero también sabe, ¿quién no?, que cualquier mujer que ha decidido abortar, de cualquier condición, abortará. Así ha sido siempre.
La senadora que ha decidido votar NO en Argentina sabe muchas más cosas.
Sabe de las clínicas clandestinas donde operan a las muchachas en condiciones insalubres, brutales, sabe de las infecciones, de las muertes, de las dolorosísimas prácticas caseras, de la barbarie de la clandestinidad. También sabe de las mujeres de su condición que sí han tenido acceso, porque tienen dinero, porque pueden pagárselo, a clínicas privadas, asépticas, donde abortan y después reciben amorosas atenciones médicas y el correspondiente seguimiento de la recuperación.
Ah, pero esa política se agarra a un derecho que las feministas consiguieron hace décadas, el sufragio universal, para negar otro derecho, el de las mujeres de cualquier condición a abortar con las mínimas garantías sanitarias.
Así ha pasado siempre. Cientos de miles de feministas luchando por los derechos de todas, de todos. No por los suyos propios, sino por los de toda la sociedad, para hacer de ésta un lugar más digno, más decente.
La hija de la senadora que vota NO, su nieta, sus sobrinas, quién sabe si ella misma, dentro de unos años o dentro de nada, abortarán si eligen hacerlo. Abortarán sin esconderse. Porque, como he dicho, toda mujer que decide abortar, aborta. Usarán, como ella su derecho al voto, el derecho que durante años de lucha han peleado sin cuartel las feministas argentinas. Sin tregua, en horas de asambleas, recibiendo insultos y amenazas, usando su tiempo, que es dinero y es ocio, para avanzar en los derechos de todas, de todos.
Me alegro también por la familia de la senadora que ha votado NO. Porque con la victoria de las feministas argentinas gana toda la sociedad. Porque su lucha es generosa, no excluyente.
Enhorabuena, compañeras.
Comentarios
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