Posibilidad de un nido

Sexo, móviles y guerra

El humo se eleva sobre parte de Kiev que se encuentra en la margen derecha del río Dnipro durante el cuarto día de la invasión rusa de Ucrania. Foto: Ukrinform/dpa
El humo se eleva sobre parte de Kiev que se encuentra en la margen derecha del río Dnipro durante el cuarto día de la invasión rusa de Ucrania. Foto: Ukrinform/dpa

Necesitamos certezas sobre cómo ocurren o pueden ocurrir un puñado de asuntos que consideramos vitales. El sexo, la comunicación y la guerra. Parecen cuestiones tremendas, pero basta con interesarse por dichas materias, recibir una explicación que sea clara, y entonces acatarla, o no.

Pongamos que usted llega a una sociedad de la que no tiene información. Lo primero que debe saber son las costumbres de apareamiento, o sea lo más inmediato, o sea si aquello que llamamos "un polvo" o incluso seducción son motivos de castigo, incluso de muerte, o al contrario forman parte de lo cotidiano sin más. No nos engañemos, quien más quien menos tiene cierta tendencia a echar una ojeada a sus nuevos semejantes a ver qué tal. Pues es tan simple como que ese a-ver-qué-tal no le cueste la vida. Se empieza por eso porque es lo más inmediato.

Una vez establecidos los códigos eróticos, los primeros, los de piel, lo siguiente son las costumbres comunicativas orales, escritas, gestuales. ¿Cómo se saludan, cuáles son los rituales alimenticios? Hay lugares donde un sonoro eructo significa agradecimiento por las viandas, otros donde se besan los labios como forma de saludo, hay sitios donde entablar una conversación con ciertas personas es punible, están las señales de humo, el tam-tam o los auriculares inalámbricos que pueden fácilmente parecer una conversación en voz alta con una misma, algo difícilmente comprensible en lugares donde no estuvieran familiarizados. Las formas de comunicarse son esenciales, una vez has aprendido qué te costaría usarlas en términos eróticos.

La tercera es la guerra. Qué puede desencadenarla, que sucederá si estalla, con qué armas se cuenta, si hay o no hay ejército, cuáles son sus modos y jerarquías, cuáles sus fronteras y con qué frecuencia sucede, incluso si sucede todo el rato.

Pongamos que las tres, en el fondo, tratan de los mismo: evitar el castigo y, en última instancia, evitar que te maten.

Hete aquí que ahora, con la guerra entre Rusia y Ucrania, con la reciente participación de países europeos, se nos acaba de plantear un serio problema. En una sociedad como la nuestra, los usos eróticos y sexuales, así como las formas de comunicación, han cambiado radicalmente en apenas una década. Se trata de las nuevas tecnologías. Las relaciones se establecen online, porque una pasa la mitad de su tiempo online. Ahí reside, además, el cambio en las formas de comunicación. Sin ir más lejos, resulta difícil comprender ya las relaciones pongamos laborales, dar los buenos días a la familia o informarnos de la actualidad sin que medie el ordenador o, sobre todo, el teléfono móvil.

Ah, pero se nos había vendido que con la guerra sucedía otro tanto. "Ya no habrá guerras como las concebíamos antes", se nos decía. "Ahora las guerras serán informáticas y tecnológicas", aceptábamos como explicación. Si todo lo anterior, lo básico, había sufrido una revolución tan reciente como fulminante, era comprensible que con las batallas pasara lo mismo. Entre otras cosas, por eso la invasión de Ucrania por parte de Rusia nos tiene con la boca abierta.

No era esto, pensamos mientras vemos filas de tanques penetrando el país como antiguamente, en los tiempos de teléfonos fijos en la pared. No era esto, mientras suenan las sirenas antiguas ante cada bombardeo como los de antes. Entonces, de repente, nos tocamos el cuerpo con el miedo a la herida y la muerte, hablamos de bombas atómicas y botones rojos, de aviones y obuses. Entonces, paralizadas, paralizados, no sabemos qué pensar ni por qué creímos a quienes nos vendieron la idea de que nada de eso podía ocurrir en suelo europeo. Porque está sucediendo en suelo europeo. Y tiemblan los Balcanes como una idea antigua, brutal y olvidada.

Se nos acaba de caer una certeza. Deberíamos preguntarnos quién la construyó, quién nos la vendió. Deberíamos preguntarnos si estaban equivocados o fue una estrategia medida. Cualquiera de dichas posibilidades resulta aterradora. Mientras tanto, la ministra de Defensa, Margarita Robles, habla ya de tropas y armas españolas.

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