Posibilidad de un nido

Las tetas de la Highsmith y mis compañeros

Arrancaba este pasado fin de semana y mi esfuerzo por tomar aliento no ofrecía un lugar del oficio al que asirme. "Boquear", dijo el pez. Y previamente ser. Existe un boquear.

El viernes había coincidido en el plató de Tele5 con un par de contertulios, equipo ellos conmigo, ante un pequeño escualo que convertía en noticia las playas de Sitges. Boquear, querríamos haber descrito más allá de la pantalla.

En las aguas de las playas de Sitges habían avistado una tintorera, o varias, o una pequeña construcción barrial del miedo, sin ir más lejos.

Allí sentados, Jaime González, Dani Montero y yo, Cristina Fallarás, asistíamos a ese resto de tradición bañista. "Nada tengo que ver con ese par de hombres", podría decir, pero es mentira. Cada pública declaración carga su aspilla carpintera. Allí sentados Jaime, Dani y yo podríamos haber hablado de la desatendida relación de Harper Lee con el tunante de Truman Capote. Por ejemplo. Esa manera vil de desaparecer a la otra puesto a narrar el crimen. Podríamos. O de la construcción de la película Zodiac en relación con el periodismo y la cosa judicial. Podríamos.

Después de una semana dura de coñacs villarejos y castigos abstractos, les conté que acababa de nacerme una personaje, que volvía a escribir, que dame un pitillo de los tuyos, que todas deberíamos conocer el mar, que qué cansada estoy, que la tele es jodida como un Catorce treinta, que ya nadie sabe de qué iba lo del 1430.

Acabado el programa, gasté en un taxi de vuelta a casa la mitad de mi retribución, pensando en las múltiples y abundantes formas de matar. Y pensando, pensando, acabé en la Highsmith. Cogitationis poenam nemo patitur. El pensamiento no delinque. Patricia Highsmith acabó siendo una borde empeñada en resultar ofensiva hasta el delito. Pero antes fue otra cosa, Carol, otra.

Así que recuperé a mi Pat y la colgué en Instagram, que es la única red que me queda. ¿Qué nos queda? A duras penas un retrato de infancia y dos megustas rancios para pensar que todavía nos miramos a la cara.

Patricia Highsmith
Patricia Highsmith

La Highsmith misógina, racista, cruel, violenta, la Highsmith que conocemos no era esa muchacha joven de mi declaración sino aquella otra escritora dipsómana rodeada de gatos y caracoles. Eso quería. Rescatar a la otra. Pero no me dejó la red y la borró. Hoy he vuelto a intentarlo para recuperar el mensaje recibido.

Instagram advierte de que la fotografía de Highsmith ha sido eliminada por infringir las normas sobre desnudos de la red social
Instagram advierte de que la fotografía de Highsmith ha sido eliminada por infringir las normas sobre desnudos de la red social

Al recibir de nuevo este pobre mensaje, he pensado en mis dos compañeros de tertulia del viernes pasado, Jaime González y Dani Montero. Llevamos años juntos poniendo la jeta en cientos y más cientos de miles de pantallas, nos echen tintoreras de Costa Dorada o tiburones tigre de algún Buscando a Nemo de los sinluz, sinagua. Hablamos de las tetas de la Highsmith con el mismo respeto.

Trabajo en las tertulias de televisión. Boqueo habitualmente como el pez dice arena con la boca en conserva. Pero cuando quiero hablar de las tetas de la Highsmith, cuando quiero contarme desde lejos, no son las redes las que están ahí, sino mis compañeros.

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