Posibilidad de un nido

No serán los ricos quienes decidan pagar

No serán los ricos quienes decidan pagar
Alexandria Ocasio-Cortez, con el lema ’tax the rich’ en la gala del Met. /
AFP / MIKE COPPOLA

Me despierta el informativo de las 6:30 de la mañana. Mi hija se ha colado en mi cama y abrazo su cuerpo tibio con la mente en el saldo de la cuenta bancaria. Es primero de mes. "El BBVA ganó 6.420 millones en 2022, un 38% más y el mayor beneficio de su historia", oigo la radio desde la almohada. El mayor beneficio de su historia el año en el que no hay ya prácticamente servicio de ventanilla, desaparecen los cajeros automáticos y en los pueblos hace tiempo que se esfumaron las sucursales. 

Este martes acudí al acto que Oxfam Intermón celebró en Madrid para apoyar y difundir el llamado TAX THE RICH, o sea, hagan que los ricos paguen impuestos. En su informe La Ley del más rico, la ONG denuncia: "Los resultados son demoledores. Si nos centramos en la élite de los más ricos, resulta evidente que muchos de los hombres más poderosos del planeta prácticamente no pagan impuestos. Por ejemplo, uno de los hombres más ricos de la historia, Elon Musk, tributa a un "tipo impositivo real" del 3,2 %, mientras que Jeff Bezos, otro de los milmillonarios más ricos, lo hace a menos del 1%".

Le susurro a la cría que voy a hacer café y tengo frío. Una madre sola con dos hijos trabajando solo en colaboraciones, sin salario fijo, no pone la calefacción así como así. También tengo del otro frío. 

El director de cine J.A. Bayona (El orfanato, Lo imposible, Jurassic World...), Premio Nacional de Cinematografía, dijo en el acto de Oxfam que en realidad se trata de exigir "lo obvio".  Cierto.

En la televisión, el popular "consultor inmobiliario" Eduardo Molet afirma que es una insensatez pensar que las trabajadoras y los trabajadores pueden vivir en las capitales, que es una locura que la gente joven pretenda vivir en algún lugar que no sea algo que él, en su ranciedumbre, llama ciudades dormitorio, ya no lejos del centro sino incluso de las primeras coronas urbanas. Mi indignación es idiota. Lo que el inefable especulador afirma no es más que una evidencia. Lo obvio y lo evidente no son la misma cosa, claro. Las ciudades no son la misma cosa ya, ni los sueldos, ni eso que llamamos "juventud", ni siquiera la idea de los beneficios históricos del BBVA

Contaba Bayona cómo sus padres aterrizaron en un barrio de barracas de la frontera de Barcelona. Él y sus hermanos, todos, tienen carreras universitarias. Se trataba entonces (tiene 47) de eso, porque un título garantizaba unos ingresos futuros. Ya no. Lo obvio y lo evidente. Ya no.

La primera vez que vi en un escaparate a la venta un pantalón con agujeros y gastado pensé "mira qué práctico, así no se notará que somos pobres, que no podemos comprar ropa nueva, así no nos dará vergüenza, así iremos tirando sin más rabia que la del arroz con pollo". El empobrecimiento tiene sus pasitos. La primera vez que alguien dijo "clase media" borró de un plumazo la conciencia de pertenecer a la clase trabajadora. Ahí anidó también la misma mentira peluda que supone la idea de eso que llaman "el centro" político. La clase media es la venta de un roto en la conciencia trabajadora

Sentadas ya a la mesa de la cocina, con bizcocho y café, reviso en la app del banco lo que ha dado de sí el trabajo de enero y suelto una maldición. Ando yo con los rescoldos del TAX THE RICH aún calentitos. Los avivo mientras le explico a mi hija que se me ha ido más del 30% del sueldo en impuestos. Luego, pedagógicamente maternal, trato de detallarle por qué está bien que así sea, de qué trata todo eso de lo público, le mento su instituto, el último tratamiento de su abuelo contra el cáncer, el metro en que viaja. Y me cago en Bezos, en Musk, en el BBVA y en Mercadona, en las inmobiliarias, en los fondos buitre, en los ingresos récord de las grandes empresas, en las eléctricas, en las privatizaciones aquellas del PSOE. Unto el bizcocho y unto las disculpas por mis acritudes rogando que no me pregunte, como sería lógico, por qué ellos no pagan.

En casa llegamos a fin de mes con la lengua fuera, platos de arroz, huevos y pan con aceite, frío por la mañana y chaqueta de lana. Saco el informe de Oxfam Sobra mucho mes al final del sueldo. Leo:

"Oxfam ha analizado los beneficios de algunas de las mayores empresas de alimentación y energía del mundo, y ha calculado el disparatado volumen de beneficios extraordinarios que han obtenido en estos últimos meses (definimos beneficios extraordinarios como los que se sitúan un 10 % por encima de su promedio de beneficios netos entre 2018 y 2021). Nuestro análisis de 95 empresas que han obtenido beneficios extraordinarios ha revelado que:

-El volumen total de beneficios extraordinarios que han logrado asciende a 306.000 millones de dólares.

-Sus beneficios se han multiplicado por más de 2,5 (un 256 %) en 2022, comparado al promedio del período 2018–2021.

-En 2022, estas empresas repartieron entre sus accionistas 257.000 millones de dólares en dividendos; es decir, el 84 % de sus beneficios extraordinarios fueron directamente a manos de los accionistas".

Se trata, insisto en ello, de empresas de energía y alimentación. Frío y arroz. Entonces no es mi preciosa adolescente sino yo quien se hace la pregunta. Y ésta no es "por qué no pagan" sino "¿Quién gobierna?". La ciudad, la comunidad, el país, la Unión Europea, el mundo. ¿Quién las gobierna realmente? Realmente

Somos cada vez más pobres, mucho más pobres, todos excepto ese abyecto 1% de la población que desde la pandemia ha disparado todo lo que tiene, y empieza a tenerlo absolutamente todo. ¿Tenemos realmente conciencia de que lo somos? Repetimos algunas consignas, que si la guerra de Ucrania, que si el Gobierno tiene la culpa de que no se coma pescado en las casas. Lo repetimos como si con otro gobierno se nos fuera a llenar el horno de besugos, como si todo este atropello criminal no hubiera empezado mucho antes de la invasión, no se hubiera desmadrado con la pandemia. 

Somos cada vez más pobres sin conciencia mientras las grandes empresas que nos suministran lo más básico (alimento, luz, calor, agua, gas y techo) jamás en toda la historia han celebrado un banquete semejante, tal obscenidad de beneficios. ¿Quién gobierna eso?

Si no beneficias a la población; si, al contrario, ayudas a un empobrecimiento acelerado, dolorosísimo y mudo; si encumbras a los más ricos y les ayudas, obediente, a multiplicar sus beneficios nutriéndolos del sufrimiento de toda la población (porque el 99% somos todas); si haces todo eso, ¿para quién gobiernas? O lo que es lo mismo: ¿Quién gobierna? Hecha esta pregunta, solo queda constatar un estrepitoso fracaso económico, social y, sobre todo, democrático. Evidente.

Si algo tengo claro es que los Musk y los Bezos del mundo, los que no pagan –con la aquiescencia de quienes parecen gobernar–, no serán quienes frenen esta escabechina. Obvio.

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