Posibilidad de un nido

Contra el silencio, volverán a gobernar las izquierdas

La ministra de Igualdad, Irene Montero, participa en el acto 'Feminismo y memoria democrática. Sin Memoria no hay Futuro' celebrado en Madrid junto a Taty Almeida, Ana Pomares, María José Picó, Justa Montero, Consuelo García del Cid Guerra y Nati Camacho.- Mariscal / EFE
La ministra de Igualdad, Irene Montero, participa en el acto 'Feminismo y memoria democrática. Sin Memoria no hay Futuro' celebrado en Madrid junto a Taty Almeida, Ana Pomares, María José Picó, Justa Montero, Consuelo García del Cid Guerra y Nati Camacho.- Mariscal / EFE

Ana Pomares era una niña cuando, en febrero del 37, su familia se echó a la carretera con La Desbandá. Queipo de Llano amenazaba violaciones para las mujeres cuando las tropas de los golpistas entraran en la ciudad. Se atribuyen al asesino franquista soflamas como la que sigue: "Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora, por lo menos, sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen". Es solo uno de cientos de ejemplos de sus delirios criminales, más o menos literal.

Ana Pomares lo recordaba perfectamente, sentada este pasado 24 de marzo en el escenario del Círculo de Bellas Artes junto a un puñado de mujeres participantes en el acto "Feminismo y Memoria democrática", organizado por el Instituto de las Mujeres. Tras narrar cómo, al ver llegar a las que habían sobrevivido, famélicas, cargando con sus criaturas, los pastores ordeñaban a las cabras para darles alimento; tras recordar el cuerpo de una madre muerta con su cría viva todavía encima, dijo: "Yo tengo muchos, muchos años ya, pero cuando me llamaron dije: Yo voy, porque esto no se puede olvidar". No dudó en llegarse desde Málaga para contar su historia, que es la de miles y miles. 

De eso se trata, exactamente. De contar lo que no se puede ni se debe olvidar, de narrarnos, de pelear a brazo partido contra el silencio, los silencios que pudren aún parte de la democracia de este país desmemoriado. Pero vamos avanzando y, cuando las voces se ponen en marcha, muchas, todas juntas, ya no hay quien las pare. Las mujeres sabemos demasiado cómo funcionan esos asuntos. Eso y no otra cosa es lo que ha sucedido con el feminismo en los últimos años: las mujeres nos hemos echado a hablar, a contarnos, una a una y, sin aliento ni descanso, estamos construyendo una memoria colectiva e indeleble de la violencia.

Lo mismo está pasando, y más pasará, con la memoria democrática. Y por la misma razón el feminismo y dicha memoria caminan juntas. Cuánto tiempo nos ha hecho falta, cuantísimas barreras y mordazas. Pero ya hemos empezado.

No es casual que, de las muchas que tuvimos que soportar, las dos barbaridades más criticadas del blablablá de Ramón Tamames fueran las referentes a la Guerra Civil y a las mujeres. Hace apenas unos años no habrían resultado tan escandalosas esas mentecateces, burradas, pero el tiempo corre en contra de los suyos. Las afirmaciones del candidato de Vox, a día de hoy, no las defiende sin sonrojo ni gran parte del PP. Aunque no lo digan, aunque se lo callen, se cuidarán muy mucho de pisar esos charcos. 

"Era marzo del 62, mi madre estaba embarazada, éramos dos chicas...". Así empezaba María José Picó el relato de cómo las monjas robaron a su hermana, le dijeron a su madre que había muerto, la obligaron a enterrarla en una caja de madera sin mirar el interior. Ella sabe narrarlo y tampoco se calla. Sabe ella y, porque sabe, sabrán otras. La memoria democrática no se construye sobre grandes batallas, gestas, héroes, victorias ni conquistas. Sus cimientos son las vidas de las personas, que contadas una a una, componen un gran fresco de la dignidad

Nati Camacho, sindicalista de CCOO en la clandestinidad, después de relatar cómo la encerraron en Carabanchel embarazada, muy embarazada, sin luz natural, con otras madres, y cómo ese no fue su único encierro, dijo: "Pudimos resistir y tuvimos éxito porque el feminismo nos vino a ver". La entiendo porque a mí me ha sucedido, a otro nivel, lo mismo. He sobrevivido al maltrato, al desahucio, a la enfermedad, al guiño frío de la muerte, porque el feminismo un día vino a verme. Lo sé y no lo olvido.

El mismo feminismo que dice "porque fueron, somos; porque somos, serán". No conozco mejor retrato de la memoria, mayor tijera contra el silencio. Cuando admites que la base de lo que eres, de tu lucha, son las que te preceden, no permites el olvido. Y, si no hay silencio, quienes basan en él su poder, como la derecha española durante las últimas décadas, van quedando desarmados, en pelotas, como Tamames en el Parlamento. Por eso sé que volverán a gobernar las izquierdas. "El reconocimiento que hoy os hacemos es como Gobierno de España", concluyó la ministra de Igualdad, Irene Montero, el acto del Círculo de Bellas Artes. Como Gobierno de España.

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