Posibilidad de un nido

La violencia machista no es locura erótica

La pintora Paula Bonet, durante la presentación de la exposición ‘LA ANGUILA. Esto es un cuadro, no una opinión’, en el Centre Cultural La Nau de la Universitat de València, Comunidad Valenciana (España), a 30 de marzo de 2021. Foto: Jorge Gil / Europa Press
La pintora Paula Bonet, durante la presentación de la exposición ‘LA ANGUILA. Esto es un cuadro, no una opinión’, en el Centre Cultural La Nau de la Universitat de València, Comunidad Valenciana (España), a 30 de marzo de 2021. Foto: Jorge Gil / Europa Press

En verano de 2019 usted no sabía lo que era la COVID, ni habíamos vivido pandemias, confinamientos y mascarillas. Parece que hace un siglo de todo aquello. Entonces, el hombre llamado Víctor Galindo ya acosaba a la artista y escritora Paula Bonet. Parece que ha pasado un siglo, y él no ha dejado de hacerlo desde entonces. O sea, que desde el verano anterior a la pandemia, Bonet vive una pesadilla que acaba de retorcerse aún más. Parecía imposible, sí, pero es que en la violencia machista todo parecía imposible hasta que las mujeres empezamos a contarlo. No una, ni mil, ni cien mil. Millones de mujeres de todo el mundo hemos contado las violencias que vivimos.

La jueza titular del juzgado de lo penal número 10 de Barcelona acaba de absolver al acosador de Paula Bonet de los delitos de acoso, amenazas y quebramiento de condena. Así que el sujeto se libra de la pena. Argumenta la magistrada que lo que le pasa a Galindo es que padece un delirio erotomaníaco. Y lo absuelve.

Durante ese siglo que llevamos desde el verano de 2019, Galindo ha perseguido a Paula Bonet sin descanso, ha irrumpido en su lugar de trabajo y residencia, la escritora ha tenido que mudarse, esconderse, ha cambiado sus rutinas y las de su familia, la ha amenazado con torturas y de muerte, le ha enviado todo tipo de mensajes truculentos. Valga el siguiente ejemplo: "Como me cruce contigo voy a violarte y descuartizarte para complacer a todos los miserables vagabundos que pueblan las calles de Barcelona. Verás qué festín, dejaré los ojos para lo último y me guardaré los pezones en una fiambrera para mi propio disfrute"

No me cabe aquí lo que significa que te arruinen la vida, y además no seré yo quien lo describa sin haberlo vivido. Sí he sufrido otras violencias machistas, violaciones incluidas, y sé que nadie que no haya pasado por eso puede atinar a ponerlo en palabras. Bonet es fuerte, tallada en diamante. No quiero pensar qué habría ocurrido con otra sin su temple y su capacidad de respuesta y recuperación. Corre peligro. El acosador ya ha quebrantado la condena con anterioridad. Su vida, violentada y amenazada por un hombre brutalmente agresivo, corre peligro. Su salud mental corre peligro. Y la jueza se despacha con una idea de locura erótica que pone los pelos de punta.

Recuerdo un artículo del periodista Xavi Ayén para La Vanguardia titulado "Acosadores: la pesadilla de las escritoras". Contaba las historias de Llucia Ramis, Sabina Urraca, Luna Miguel y la propia Paula Bonet, unos relatos que nos resultarían escalofriantes si no estuviéramos acostumbradas. Porque estamos acostumbradas, acostumbrados. Todas ellas han sufrido el acoso brutal de uno o más hombres. Todas tienen algo en común, más allá de su indudable talento literario: son mujeres, tienen un aspecto estupendo y, ojo, participan de una u otra manera en el espacio público y además lo hacen de una forma política, en sentido amplio. Pero sobre todo, son cuatro, y además sus casos están elegidos solo a modo de ejemplo. Porque hay más, muchas más. De la misma manera se acosa a políticas, a actrices, a modelos, a periodistas, a cantantes... 

Querría enviarle una pregunta desde aquí a la jueza, y con ella a todo el Poder Judicial: ¿Qué pasa, señoría, que nuestra sociedad está llena de enfermos mentales? ¿Todos esos hombres que acosan a las mujeres que tienen presencia pública padecen un trastorno erótico que, como afirma usted, señoría, "afecta a su capacidad cognitiva presentando una completa distorsión del pensamiento que le impide discernir lo que es real de lo que no lo es"? 

Si el de Bonet fuera un caso único, si no hubiéramos visto nada igual, si se tratara de un comportamiento extraordinario, marciano, cabría plantearse –y digo plantearse– distintas posibilidades. Pero conocemos bien muchos casos semejantes. Trabajo en la televisión y soy escritora, me basta con preguntar a las mujeres de mi alrededor. Haría bien la jueza, como hizo Xavi Ayén, en preguntar. Basta con eso, y no creo que al periodista le hiciera falta una investigación de dos años para dar con los nombres de Ramis, Urraca, Miguel y Bonet. Considerar que un acosador agresivo actúa como lo hace a causa de un trastorno mental y dictar una sentencia que así lo afirme sienta un precedente escabroso

Me recuerda a la frase que se repite con saña cuando un hombre asesina a sus hijos para dañar a la madre, o sea lleva a cabo un acto de violencia vicaria: "Es un monstruo". Y no, no es un monstruo, sino un hombre. Lo mismo que Víctor Galindo no es un trastornado, sino un delincuente, un hombre que lleva desde antes de la pandemia, parece que hace un siglo, agrediendo a la artista y escritora Paula Bonet. Ay, la permanencia de la idea del monstruo, la idea del trastornado, las ideas patriarcales que salvan a los hombres de sus actos más ruines y acaban condenando a las mujeres.

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