Posibilidad de un nido

Johnny Depp, Nevenka, tanta muerte y esta playa

Imagen de una manifestación del 8M en la Puerta del Sol (Madrid), en marzo de 2019. Foto: Óscar J. Barroso / AFP7 / EUROPA PRESS
Imagen de una manifestación del 8M en la Puerta del Sol (Madrid), en marzo de 2019. Foto: Óscar J. Barroso / AFP7 / EUROPA PRESS

A veces la realidad es una ola mayor que la del amor que le llegó a la Jurado, una de esas olas contra las que no cabe oponer resistencia ni nadar en dirección opuesta. Hay que sumergirse, dejar que pase, sentir el revolcón, tratar de no tragar demasiada agua.

Ayer me pasó. Esta semana entera me está pasando como una ola, nos está pasando así, pero he aprendido, he tomado mis decisiones, habito otro lugar. Es una ola que viene con maderos, con trozos que hacen daño, tres maderos al menos, no dejaré que me den en la cabeza. Hemos aprendido, tenemos que saber comportarnos ante la mala ola. El madero de Johnny Depp en el festival de Cannes. El madero de Nevenka Fernández. El madero de una mujer asesinada el lunes, una mujer asesinada el martes, una mujer asesinada el miércoles. Y hoy solo es jueves.

Cuando el Festival de Cannes eligió a Johnny Depp para la inauguración de este año lo hizo con la intención de celebrar al actor que se ha convertido en un símbolo para aquellos que niegan el maltrato machista y airean la pestilente idea de las denuncias falsas. Ninguna decisión, menos una semejante, es inocente. Al hacerlo, Cannes tomaba una postura, y a la vez dejaba en evidencia una certeza: no recibiría castigo por ella, sino celebración. Así ha sido, y el actor se ganó ayer una ovación de más de 7 minutos, qué barbaridad, por supuesto no por su trabajo sino por lo que representa.

Toma madero en toda la cabeza, feminismo, toma golpe institucional. Si creíamos que la industria cultural iba a estar a nuestro lado, iba a abandonar su sempiterno machismo blanco y viejo, íbamos apañadas. Pero no pasa nada. Solo es más de lo mismo. En otro momento el asunto habría escandalizado, como cuando Plácido Domingo recibió su tremenda ovación en el Auditorio Nacional en su primera actuación tras haber admitido acosar a un número indeterminado, pero siempre insoportable, de mujeres. Entonces sí se encendió el debate. Entonces todavía esperábamos algo. 

Ácido en la cara de Nevenka

Hace algo más de un mes se inauguró una placa en homenaje a Nevenka Fernández en la localidad de Ponferrada, donde fue acosada sexualmente por el alcalde y consiguió, en una sentencia que marcaba un hito, que condenaran al hombre. Yo estuve allí, y cuando vi el monumento a pie de calle, tan abajo, tan a mano de los bárbaros, pensé que no tardarían en vandalizarlo. Neveka jamás regresó a su ciudad, sus padres también se fueron, la violencia siempre se multiplica y perdura en el tiempo con sus zarpas mugrientas

Esta semana, efectivamente, la gran placa ha aparecido violentada. Pero no de cualquier modo, no han cogido el típico spray para escribir el típico "puta" sobre el hierro del homenaje. Poco les parecía, por lo que se ve. Han rociado la cara de la ex concejala con ácido. Es decir, un hombre, o varios, han decidido que lo mejor era el ácido en la cara, han ido a comprar el ácido, han pagado un dinero por él y se han acercado a perpetrar su basura. Los imagino riéndose mientras planeaban la fechoría. Los imagino en el momento de echar el ácido contra el retrato de la mujer, quizás con la erección que les provoca cualquier violencia contra nosotras. Los imagino después, celebrando con el tercer cubata. Pienso en Nevenka, pienso en sus padres, que acudieron desde su exilio voluntario a descubrir aquel sucinto homenaje a la hija.

Y no lloro.

Tres asesinadas en tres días

El lunes supimos de la detención de un hombre en Manresa acusado de asesinar a su mujer, embarazada de cuatro meses. La mató la noche del 5 al 6 de mayo y dicen que afirmó "esta noche voy a dormir en la cárcel". También se sabe que la maltrataba habitualmente, que le golpeaba y luego la encerraba para que no se vieran las marcas. Aquella última noche la golpeó en la cabeza, le pateó el abdomen y la asfixió hasta la muerte. Luego dijo que se había caído por la escalera. 

El martes un ex novio mató a la mujer llamada Lourdes del Hoyo en Orio, Guipúzcoa. Lo planeó con tiempo. Recortó un arma de fuego, quedó con ella, le pegó un tiro en la cara y luego se voló la cabeza. Recortar un arma lleva mucho tiempo, mucho empeño, lleva su trabajo. Se citaron en un parque infantil, él antes de matar se tomó su habitual descafeinado. Ella tenía 50 años, un hijo de 19 años y una hija de 15. 

Este miércoles, ayer mismo, la Policía encontró el cuerpo sin vida de una mujer en Torremolinos. La habían matado a cuchilladas. Hubo testigos, hablan de "una pelea". El hombre huyó y lo capturaron. Hay demasiadas muertas de las que sabemos poco. 

Dicen ahora, porque la sangre con ruido asusta, que el problema son las armas de fuego. Ya no nos despistan con nada. Tampoco les hace falta. Se nos acumularán los asesinatos, los aplausos a violentos y agresores, los acosos a mujeres con perfil público, el descrédito brutal del feminismo en las edades tempranas. Esto no va a parar. Ahora nos sorprende todavía un poco, pero no ha hecho más que empezar. 

Por mi parte, trago agua salada pero decido que esta ola, la acumulación de violencia macho, misógina y enconada de esta semana, pasará sobre mí sin que mi firme decisión de seguir adelante se vea modificada un ápice. No voy a temblar de dolor esta vez. No podrá conmigo la sociedad inmóvil y callada, no podrá conmigo el aplauso al inmundo, no podrán conmigo la celebración del horror ni el silencio espinoso. No podrán por la simple razón de que ya no espero nada. Estoy en otro lugar, en otra playa.

Cuando una ya no espera nada, son difíciles el desánimo y el desaliento. Han sido demasiados años peleando en el convencimiento de que cundiría la sensatez, no sé, de que al llamar violencia a la violencia, al describirla millones de mujeres, una a una, eso modificaría la ferocidad de la sociedad contra nosotras. No ha sido así, y mucho me temo que ya no será. Si a día de hoy no se ha conseguido, es que no va a suceder.

Estos últimos días vividos me reafirman en el convencimiento de que hay muchos modos de modificar una sociedad. En el caso del machismo y la misoginia, de la violencia macho, habitual y omnipresente, no será con razones ni evidencias, a la vista está. Desde esta playa en la que aprendo a tragar la menor cantidad de agua salada cuando pasa la ola con sus maderos claveteados, pienso que habitar este mundo de otra forma, más culta, menos doliente, feroz, empecinadamente sosegada, es también una forma de modificarlo. Sueño con que cundan las playas, otras calas al sol en las que una mala ola y tanta muerte no deje mella en nuestro empeño por ser mejores, mayores, más valientes.

Más Noticias