¿Qué significa para ellos la palabra techo más allá de un número en una cuenta mental entre otros números a los que llaman propiedad, a los que llaman beneficios, a los que llaman fondos? ¿Qué significa para ellos la palabra vivienda más allá de una pieza en el tablero de juegos donde siempre ganaron porque el juego lo inventó papá? Y me pregunto, ¿qué significa para mí? ¿Y para usted? ¿Qué significa para usted la palabra vivienda?
Las palabras van cambiando de significado con el tiempo y el correr de nuestras vidas. Aquello que fue sustancial pierde toda importancia con los años, y al contrario, algunas palabras se sitúan, como la salud, en el centro. Las palabras son animales que conviven con nosotras de manera no exactamente doméstica, entidades repentinamente salvajes, seres mutantes, compañeras que creemos conocer como a nosotras mismas hasta que nos damos cuenta de que ni nuestro nombre sabemos llegado cierto punto de terror, cierto grado de deseo.
Sucede que quienes situaron la palabra hogar en la cúspide de sus aspiraciones, y después a la palabra hogar le pusieron encima la palabra techo, y después lo envolvieron todo con el término propiedad, sucede que esas personas, una vez colmadas sus aspiraciones, ya con techo y hogar en el lugar que necesitaban, deciden olvidarlas. Pasan los años y la palabra hogar, que les quitó el sueño hasta que lo consiguieron, ya está en el desván del hogar mismo, ya no es acuciante, se ha sustituido quizás por la palabra hijos o, más tarde, por la palabra rentas, la palabra sexo, la palabra más.
Entonces, un día, quienes siguen padeciendo la palabra vivienda como un dolor, una carencia, la violencia de toda una sociedad construida para quienes juegan con la palabra más, y de nuevo la palabra más, quienes carecen de vivienda, salen a la calle enarbolando la palabra derechos, salen, desfilan ante los reyes de la palabra especulación y sus lacayos, los pobres siervos de la palabra propiedad, que no comprenden nada, porque olvidaron lo que significa la palabra derecho y la palabra vivienda hace ya años.
Cuando uno se somete a la palabra propiedad, acaba olvidando la palabra decencia, la palabra justicia y la palabra igualdad. Porque de entre todas las palabras feroces, propiedad es la jefa más hiena. La palabra propiedad es como la palabra mío, devoran, son voraces. Cuando se instalan, por ejemplo en el ámbito doméstico, devoran las palabras derechos, honradez, memoria. Pero, ojo, porque la feroz palabra propiedad no solo devora la palabra memoria, sino que también se zampa la memoria misma de lo que fuimos, aquello por lo que luchamos, lo que creímos justo.
Así que cuando vea pasar bajo su ventana, frente a su calle o sus comercios favoritos a las gentes que reclaman su derecho a la vivienda, párese y piense: ¿Qué significa para usted la palabra derecho? ¿Qué significa para usted la palabra vivienda? Tenga cuidado, no vaya a ser que tales términos hayan desaparecido de su vida devorados por la palabra propiedad. Tenga cuidado, porque en su voracidad, la propiedad puede acabar devorándolo a usted.
Comentarios
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