Crónicas insumisas

¿Jurar banderas?

Pere Ortega, Centre Delás de Estudios por la Paz

El Gobierno ha autorizado al Ministerio de Defensa la celebración de un evento insólito, una Jura de la bandera de España por parte de civiles. Acontecimiento que tendrá lugar el próximo día 25 de mayo en muchas ciudades españolas.

Tan singular fiesta, se llevará a cabo con todo el rigor castrense, discurso militar de compromiso en defensa de la nación, banda de música militar, desfile de tropa, juramento, saludo y beso a la bandera patria. Un acto que promueve los más rancios valores nacionales y patrióticos.

Que nadie vea en este último párrafo, un desprecio por las banderas, naciones o patrias, tampoco por ese conjunto de territorios (algunos también naciones) pluriculturales que llamamos España. Lo censurable, a mi modo de ver, es que se trata de un acto premeditado del actual gobierno del reino de España en favor del ultranacionalismo patrio. Y en ese sentido cabe preguntarse ¿A qué viene jurar la bandera de España por parte de civiles en medio del debate abierto en Cataluña sobre el derecho a decidir? Desde esa perspectiva, al menos en Cataluña, buena parte de la población lo vivirá como una provocación.

Pero no solo será percibido como una afrenta en Cataluña. En Cataluña como en resto de España una jura de bandera de ámbito militar debería ser rechazada por tratarse de un acto castrense de ensalzamiento de lo militar, que es tanto como decir del uso de la violencia como la mejor herramienta para la solución de los conflictos humanos.

Elementos como la patria y la bandera que suscitan sentimientos controvertidos entre la población de un estado plurinacional como el de España, que si bien nunca deberían ser objeto de agravio, tampoco de ensalzamiento si éste se apoya en lo militar. Pues viene a manifestar que las fuerzas armadas son las llamadas a defender la bandera y la patria. Cuándo la mejor defensa que necesita la población de la plurinacional España es un sistema de servicios públicos de calidad y universal, de igualdad de género, de creación de empleo, de acceso a la vivienda, de ayuda a la investigación, de desarrollo rural, de protección del medio ambiente, de cooperación internacional...

También es bueno recordar que las banderas han sido inventadas para ensalzar los valores nacionales con el ánimo de dividir el mundo, crear fronteras y manipular la vida de sus habitantes. Y en ese sentido recordar las viejas aspiraciones de aquellos ciudadanos desheredados que crearon las internacionales. Sobre todo ahora que se cumple el centenario de la I Guerra Mundial. Aquella ciudadanía que proclamó que todos y todas somos iguales, que vivimos en un solo mundo y que ante las llamadas de las naciones a ir a la guerra los pueblos debían reaccionar rechazándola, boicoteando y desertando de la guerra.

Aquel espíritu internacionalista hoy tan olvidado es el que debería impulsar a no jurar banderas ni patrias que tienen que defenderse con las armas. Pues el destino de los pueblos y naciones es el de convivir en la fraternidad. Recordar la máxima pacifista que el único soldado que merece nuestro apoyo es el desertor, que la mejor bandera es el arco iris y que nuestra patria es el mundo.

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