Crónicas insumisas

Gasto militar. Una pérdida de oportunidad

Tica Font, Directora del Instituto Catalán Internacional por la Paz y miembro del Centre Delàs d’Estudis per la Pau.

El International Peace Bureau prepara para el 2016 un Congreso Mundial bajo el lema "Disarm! For a Climat of Peace" que abordará la necesidad de reducir el gasto militar a escala mundial como un paso para avanzar hacia la paz.

España en el 2014 tuvo un gasto militar de 16.884 millones de euros, un ejército dotado de unos 122.000 militares y una población de 46,5 millones de habitantes. Lo que representa una ratio de 2,7 militares /1000 habitantes y 363 €/persona y año.

Estados Unidos en el 2014 tuvo un gasto militar de 648.881 millones de dólares y estuvo dotado de un ejército de 1.492.000 militares. Población norteamericana asciende a 318 millones de habitantes. Lo que representa una ratio de 4,7 militares /1000 habitantes y 2.041 $/persona y año

La Unión Europea en el 2013 gastó 186.300 millones de euros (suma de los gastos militares de cada país miembro) y un ejército dotado de 1.435.693 militares. La población europea asciende a 507 millones de habitantes. Lo que representa una ratio de 2,8 militares /1000 habitantes y 367 €/persona y año. El gasto militar europeo se reparte por orden de importancia en, gasto de personal 91.800 millones de euros; gasto en operaciones y mantenimiento 46.800 millones de euros; gasto en equipamiento y R+D 37.500 millones de euros y en otros gastos, incluido infraestructuras 10.200 millones de euros.

Para algunos políticos y analistas este gasto militar es una inversión en la economía productiva ya que invertir en investigación militar de nuevas armas puede producir avances tecnológicos que años más tarde repercutirán en la industria civil, nos ponen como ejemplo el radar, el transistor u otros ejemplos. Otros analistas sostienen lo contrario, que invertir en nuevos ingenios militares entorpece el crecimiento de la economía productiva, ya que paraliza ciertos avances tecnológicos y su transferencia a la industria civil, ponen como ejemplo el transistor o el ordenador que los militares retardaron hasta 20 años su transferencia a la industria civil; que además, genera endeudamiento público e impide que bienes de capital, como bienes de equipo fluyan hacia la economía real. E indican, que las economías de Alemania y Japón (con restricciones como perdedores de la Segunda Guerra Mundial), basadas en el desarrollo de una producción desligada de la industria bélica y ejército, fueron capaces de generar más riqueza que otros países con industria militar.

En el caso de países en guerra, este debate en torno al gasto militar no se produce, pues no se contabiliza la pérdida de valor económico que representa la destrucción de infraestructuras económicas, centrales eléctricas o de agua potable, hospitales, escuelas, viviendas después de una guerra. Parece que no se hacen cálculos económicos del retroceso en la economía y el bienestar social que ocasiona el uso de la violencia y las armas y los años que se tarda en volver adquirir todo lo que se ha destruido.

Es evidente que el coste moral y afectivo de asumir las pérdidas de los seres queridos no se puede medir en términos económicos, pero los daños que deja en la memoria de las personas y su generación siguiente es incalculable.

Todo el debate no puede llevarse a cabo en el terreno de la economía, hay que llevarlo al terreno de la seguridad. El concepto clásico de seguridad nacional tiene como objetivo prevenir o rechazar amenazas militares y, por tanto, defender militarmente la soberanía, la independencia y la territorialidad del Estado frente a posibles agresores. La principal crítica a este concepto es que solo se refiere a la seguridad del estado, a la seguridad de las elites, olvidándose se los ciudadanos. La segunda crítica es que plantea las amenazas a la seguridad en términos militares y desde el exterior, sin considerar otras fuentes de inseguridad, tanto globales como internas, como económicas o medioambientales. La globalización ha puesto de manifiesto otras fuentes de inseguridad como la crisis económica, desastres medioambientales o el crimen organizado, con dimensiones transfronterizas y globales.

Es hora de apostar por un nuevo concepto de seguridad, basado en la seguridad de las personas no en la seguridad del estado o de las elites. Es hora de crear políticas públicas con un nuevo enfoque, del mismo modo que la seguridad nacional desarrolló una estrategia militar y construyó todo un entramado militar-industrial, el enfoque de la seguridad humana requiere de políticas nacionales e internacionales que garanticen a todas las personas la capacidad de formar parte de su propio desarrollo.

El objetivo debe ser resolver las necesidades de millones de seres humanos afectados por las inseguridades provocadas por la globalización en los ámbitos político, económico, social, cultural y medioambiental. Hay que abordar una auténtica política de seguridad humana para que las personas y los pueblos puedan vivir libres de necesidad y libres de temor, que promueva la gobernabilidad democrática, el desarrollo con equidad y la superación de la extrema pobreza.

Todos estos elementos forman parte del debate que se irá desarrollando hasta el congreso mundial de disminución del gasto militar. En Barcelona este jueves día 12 se inicia el debate. http://bit.ly/1GuQg9q con la participación de importantes expertos.

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