Crónicas insumisas

El izquierdismo pueril

Pere Ortega, Centre Delàs d'Estudis per la Pau

En la vida política española han irrumpido una pléyade de personajes de la mano de las nuevas fuerzas políticas de izquierdas, Podemos, Mareas, En Común, Compromís, CUP revestidos de una estética a la que no están acostumbrados los salones de Palacio. Allí, abundan las cabelleras con o sin coleta, las rastas, escasean los trajes y han desaparecido las permanentes y las corbatas, mientras que abundan los anoraks, tejanos, bambas y las camisetas con mensaje. Todo ello convierte los hemiciclos de las instituciones parlamentarias en un paisaje variopinto, en definitiva como son nuestras calles y plazas.

Esas nuevas formas no sólo afectan a la vestimenta, también al lenguaje y ya se han oído expresiones y visto gestos que sorprenden al auditorio y a la ciudadanía. Sorpresa que no debería ser objeto de rechazo, pues la estética, y la expresión corporal y oral es una cuestión de tiempos, que a buen seguro en el futuro cambiarán cuando aparezcan nuevas modas en los lenguajes. En cambio, una cuestión más importante que levantar el puño o llevar una camiseta reivindicativa en favor del aborto libre y gratuito son las prácticas, pues las formas son una cosa y los contenidos otra.

En ese sentido, extraña que gentes que encabezan organizaciones políticas que se autoproclaman de izquierdas, que sin duda han leído a los clásicos, no sepan que la política es el arte de la negociación de convertir lo difícil en factible, y en ese sentido, intentar ganar posiciones en la estrategia de hacer avanzar posiciones a favor del interés de los más desfavorecidos, o como se dice ahora, del bien común. Y entonces, resulta insólito que esas fuerzas emergentes se distraigan en aborrecer los pactos políticos que hacen avanzar posiciones en la estrategia del bien común.

Es de una bisoñez alarmante que los líderes de esas nuevas izquierdas, se dediquen a insultar a quienes tarde o temprano deberán tener como aliados para conseguir alguna de sus reivindicaciones en el gobierno de ayuntamientos, diputaciones o parlamentos. Pues ello irá en detrimento del interés general que ellos pretenden defender. Esa inmadurez política dará al traste con sus proyectos, pues ganarse enemigos con el insulto es fácil, en cambio ganar amigos mostrándoles respeto y convencerlos con argumentos es mucho más difícil. Eso es lo que separa a un buen político del que no lo es.

Entrando en los ejemplos, es triste, en el Congreso de Diputados, ver a Podemos lanzar improperios contra el PSOE, cuando junto a ellos pueden alcanzar acuerdos para sacar del poder a la derecha conservadora del Gobierno; y que junto a ese mismo PSOE se hayan alcanzado acuerdos para gobernar ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas, que se supone, hacen avanzar propuestas de izquierdas.

Nuestro blog, Crónicas Insumisas, proclama la insumisión al statu quo. Pero ello no es óbice para que, si se desea acabar con el gran pacto que se fraguó en la transición de 1978, que estableció el régimen actual y se abra el paso a una ruptura democrática que, a su vez, permita un proceso constituyente hacia una democracia más participativa y más social, las izquierdas emergentes que quieren finiquitar este régimen, deberán convencer a los votantes de que otra sociedad es posible. Para ello, lo primero, es hacer evidente a la población, que el poder no lo sustenta la ciudadanía, que los grandes partidos que han gobernado Cataluña, España y Europa están bajo los designios de las grandes corporaciones que, con una capacidad de influencia colosal, controlan y dominan a los estados.

Entonces, con o sin mayorías en los parlamentos, para arrebatar el poder a las corporaciones se necesitan aliados. Enfrentarse y enemistarse con las fuerzas políticas con las que se pueden establecer alianzas para el cambio va en el sentido contrario del sentido común, pues lo importante es conseguir avances, aunque sean pequeños, pues sino los votantes tarde o temprano se sentirán desengañados. La crisis que ha golpeado a la sociedad y ha empobrecido a buena parte de su población ha roto el desencanto hacia la política, y bajo el grito "sí se puede", una parte importante de ella ha recuperado la ilusión. Sería un enorme error defraudar a la población que se movilizó y que vuelva a imponerse el mantra de que "todos los políticos son iguales".

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