Crónicas insumisas

La Guerra Fría en Siria

Pere Ortega, Centre Delàs d'Estudis per la Pau

Todos los años, durante la segunda semana de febrero se reúnen en Múnich, los cancilleres de exteriores y ministros de defensa de las principales potencias mundiales con el fin de poner orden (es un suponer) en los principales conflictos mundiales. En esa conferencia de Múnich, siempre y sin exclusión, han estado presentes junto a los cancilleres, los magnates de las principales fábricas de armas mundiales que sufragan buena parte de ese fasto, pues saben, que tensiones, conflictos y guerras son un excelente negocio para sus industrias.

A Múnich acudieron Dimitri Medvédev, primer ministro que junto a Serguei Lavrov, ministro de exteriores de Rusia, quienes acusaron a Estados Unidos y a sus socios en la OTAN de propiciar una nueva Guerra Fría frente a Rusia. Su acusación se apoya en hechos como la expansión de la OTAN hacia sus fronteras, la instalación del escudo antimisiles mirando a Rusia, el apoyo al golpe de estado en Kiev que provocó la rebelión de las repúblicas del Este de Ucrania y la anexión de Crimea por parte de Rusia, y el apoyo a los rebeldes que se levantaron en armas contra Al Asad en Siria, su aliado en Oriente Próximo.

Sin duda, en Múnich, el tema más debatido ha sido el conflicto de Siria. A las puertas del quinto año del conflicto las cosas han empeorado y mucho, hay 260.000 muertos, once millones de desplazados de los cuales cuatro millones son refugiados que han abandonado el país. Pues a pesar de la posible tregua y alto el fuego que Estados Unidos y Rusia han previsto llevar a cabo en una semana, los bombardeos y ataques se han intensificado en Siria por parte de las fuerzas de Al Asad para ganar posiciones y controlar el máximo de territorio. Aunque tampoco Estados Unidos y Francia, con el apoyo de Reino Unido y Holanda han frenado los bombardeos sobre los rebeldes del ISIS en Siria. Por su parte, Turquía, que siempre ha apoyado a los rebeldes frente a Al Asad, de manera imprevista se ha lanzado a bombardear a los grupos kurdos en Siria que se enfrentan al ISIS (Estado Islámico) y sospesa la posibilidad de invadir por tierra el Kurdistán sirio.

Obama y Putin, para rebajar la tensión de esa impredecible nueva Guerra Fría, hablan por teléfono y se emplazan mutuamente para que el alto el fuego pactado para Siria se cumpla. Pero los bombardeos continúan sobre la población (incluidos hospitales, escuelas y toda clase de infraestructuras e instalaciones civiles) que huye despavorida y sufre hambre (se calcula que 13,5 millones de personas precisan de ayuda humanitaria). El cinismo de las potencias se desmonta cuando asistimos en ver cómo la OTAN, para evitar la llegada de refugiados a Europa enviará buques de guerra al mar Egeo, cuando buena parte de los refugiados huyen de la guerra de Siria. Mientras que a su vez, la misma OTAN se prepara para integrarse en la coalición internacional contra el ISIS en Siria. Y por la otra parte, Rusia redobla su esfuerzo militar con más bombardeos sobre las zonas controladas por los rebeldes.

En la tragedia que vive Siria, lo más sorprendente es el nuevo papel que se pretende asignar a la OTAN, pues algo no funciona en esa alianza militar, pues Turquía, un socio preferente de la Alianza Atlántica, se ha lanzado a atacar a los kurdos sirios, que a su vez reciben ayuda militar del líder de la OTAN, EEUU y también de Francia y Gran Bretaña, y preparan a la OTAN para que se implique directamente en el conflicto. Es decir, que los aliados dentro de la OTAN, se enfrentan entre sí en el conflicto sirio.

La Comunidad Internacional, es decir, Naciones Unidas, intenta desesperadamente que el alto al fuego se cumpla para poder introducir ayuda humanitaria a la población y paliar algo el desastre sirio. La sociedad civil organizada alrededor de las entidades de solidaridad, cooperación, derechos humanos y paz deberían movilizarse en un gran movimiento social pidiendo ayuda para los refugiados y el fin de la guerra en Siria.

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