Pere Ortega, Centre Delàs d'Estudis per la Pau
En este blog, la semana pasada, Tica Font reflexionaba sobre las posibilidades de que Cataluña, en el caso de acceder a la independencia de España, dispusiera o no de un ejército propio. Alegando que, desde un punto de vista pragmático, sería más conveniente transitar hacia la creación de un ejército europeo, puesto que si la Unión Europea aspira a una política exterior y de seguridad común, debería plantearse unas fuerzas armadas comunes, lo cual posibilitaría eliminar los ejércitos nacionales y abaratar en miles de millones el gasto militar, y pasar del 1.400.000 efectivos (descontados los de Reino Unido) que comparten los 27 países de la UE, a uno mucho más reducido.
Son argumentos acertados. Resulta evidente que desde un punto de vista de la eficiencia económica, un ejército europeo común reduciría en mucho el gasto militar, permitiría eliminar muchos de los armamentos actuales, reducir la producción de armas y reconvertir las industrias militares parasitarias de los ministerios de defensa a la producción civil. Y desde la estrategia militar en política de defensa resultaría mucho más eficaz. Ahora bien, Font, como ya plantearon hace dos semanas los presidentes de Francia, Alemania, Italia y España en un encuentro en Versalles, no se planteaba otros problemas que se derivan de implantar un ejército europeo. El principal, qué pasaría con la OTAN, ese organismo militar multilateral bajo mando de Estados Unidos al que se le supone la misión de defensa europea, y al que la mayoría de los estados del Este europeo pertenecientes a la UE no quieren renunciar, pues confían más en la defensa de EEUU que no en la de los estados europeos occidentales. Y entonces, sin plantearnos abandonar la OTAN, nos podríamos encontrar con dos grandes organizaciones multilaterales de defensa, el ejército europeo y la OTAN. Esos cuatro estados partidarios de una defensa sólo en manos europeas no han manifestado su deseo de abandonar la OTAN, sino al contrario, siempre han afirmado que deben colaborar y coexistir conjuntamente. Sin plantearnos abandonar la OTAN no tiene ningún sentido apuntarse a un ejército europeo.
Tica Font, desde la construcción de unas relaciones internacionales que tengan como horizonte la paz, aboga en sentido práctico por el desarme, reducir ejércitos y armas, algo a lo que aspira todo el movimiento por la paz, sea académico o social. Y en ese sentido, hay que recordar que la defensa militar, por sí misma, no resuelve la cuestión más importante, que el ejército nunca es la mejor opción para la resolución y transformación de los conflictos. Pues las intervenciones militares imponen la paz por medio de la fuerza, algo que nunca es duradero, pues enquistan los conflictos que después tardan generaciones en resolverse. Entonces es mejor actuar sobre los conflictos por medios no militares, sino diplomáticos.
Respecto al ejército catalán, es conveniente alertar a los partidarios de la independencia de Cataluña, que en el caso de superar los numerosos obstáculos que se interponen para su realización, y dejando aparte el principal, convencer a una mayoría suficiente de catalanes, crear un ejército de la nada, como tantas otras cosas en un nuevo estado, ocasionaría grandes costes, sociales, políticos y económicos.
Algo que no abordaba Artur Mas, actual dirigente del PedeCat (Partit Democràtic de Catalunya), en una conferencia formulada a primeros de marzo pasado en la universidad Harvard Kennedy School de Cambridge, Massachusetts (Estados Unidos), afirmó que Cataluña con su carácter europeísta deberá contribuir a la defensa común europea, y en ese sentido, ser respetuoso con la OTAN y encuadrarse en ella. Comparando Cataluña con los países escandinavos y escogiendo Noruega como ejemplo, país que pertenece a la OTAN y con un ejército de 26.000 efectivos. Otra destacada dirigente del PedeCat, Marta Pascal, tampoco abordaba nada sobre los costes y en unas declaraciones similares, afirmaba que Cataluña debe pertenecer a la OTAN para contribuir la seguridad común. Añadiendo algo nuevo y substancial, que en la gestión del ámbito de la seguridad, debe haber una colaboración entre lo público y lo privado. Es de suponer que está proponiendo que las empresas de seguridad privadas intervengan en la seguridad pública. Ahí es nada, la privatización de la seguridad y por qué no, también de los ejércitos.
En ERC, a pesar de no pronunciarse sobre una cuestión de tanta enjundia, en su interior existe un debate entre los partidarios y contrarios al ejército catalán. Para mediar en el debate, Joan Tardà, diputado en el Congreso de Diputados, en más de una ocasión ha hablado de que Cataluña debería disponer de una "milicia", sin especificar demasiado en qué consistirá, si será una fuerza paramilitar o un ejército "popular", pero fuerza militar al fin y al cabo.
Lo que ninguno de los partidarios del ejército catalán dice, es que crear unas fuerzas armadas tendría unos costes económicos elevadísimos, unos 25.000 efectivos, sólo considerando un gasto del 1,5 del PIB catalán representaría un gasto de 3.000 millones de euros anuales. Además de todas las infraestructuras militares que no posee Cataluña, cuarteles, bases aéreas y puertos militares, la adquisición de armamentos para equipar a esas tropas, aviones y helicópteros de combate, fragatas, corbetas, blindados y armas para el ejército de tierra. Unos equipos que por lo bajo costarían entre 30.000 y 50.000 millones, que representarían un endeudamiento brutal para el hipotético estado independiente, que ya hoy es un tercio de su PIB, 74.000 millones.
Cataluña conseguirá aquello que su población desee, pero construir fantasías sin consenso social, político y sin los recursos para llevarlas a cabo, como es el caso de un ejército, es una propuesta de lunáticos.
Comentarios
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