Pere Ortega, Centre Delàs d’Estudis per la Pau
Rusia tiene varios millones de personas de procedencia rusa fuera de sus fronteras y una buena parte de ellas en Ucrania. Así, en la Ucrania de hoy la población está dividida entre la parte occidental, partidaria de la Europa occidental, y la parte oriental, el Donbás (Luganks y Donnetsk) y el sur, que junto a la península de Crimea, son prorrusas debido a que la mayoría de su población es de lengua y cultura rusa y residen muchos descendientes de emigración rusa.
Además, tampoco se entiende Rusia sin los mitos que surgen de Ucrania y de la península de Crimea en concreto, allí tuvo lugar la batalla de Balaklava donde Rusia venció a británicos y turcos; el puerto de Odessa donde se produjo la sublevación de la tripulación del acorazado Potemkin preludio de la revolución soviética de 1917; Yalta, donde tuvieron lugar los acuerdos que dividieron Europa en áreas de influencia cuando finalizaba la Segunda Guerra Mundial; la base militar rusa de Sebastopol desde donde Rusia tiene acceso al Mediterráneo y por tanto de vital importancia para sus intereses geoestratégicos. Una península que a la vez es el lugar de veraneo desde la época imperial hasta nuestros días de las élites rusas. Un territorio, que de forma inesperada, en 1954, Nikita Jrushchov decidió regalar a Ucrania sin pensar que algún día la URSS podía colapsar y desintegrarse y que Ucrania se convertiría en una república independiente.
Con esos antecedentes no es de extrañar que Rusia reaccionara invadiendo Crimea y apoyando la sublevación de las provincias del Donbás ante la revuelta de Maidán en Kiev en 2014, cuando se produjo el derrocamiento (golpe de Estado para algunos analistas) del gobierno prorruso de Victor Yanukóvich, y se instaurara un gobierno proccidental. Rusia ocupando Crimea impedía que esa península con tantos lazos históricos con ella y de vital importancia para su geoestrategia cayera en manos de una Ucrania prooccidental y más adelante posiblemente de la OTAN. A la vez que ayudaba militarmente a los territorios del Donbás a independizarse de Kiev, mientras el Gobierno de Kiev intentaba recuperarlo enviando al ejército e iniciando una guerra, nunca del todo finalizada a pesar de los acuerdos de Minsk de 2015 auspiciados por la OSCE.
La crisis actual surge de la exigencia de Rusia a Europa Occidental y a EEUU de que la OTAN no continúe su expansión hacia sus fronteras y ante la pretensión de Ucrania de ingresar en la OTAN. Putin para presionar a EEUU y la OTAN ha situado un ejército de 100.000 militares en la frontera con Ucrania. Una crisis actual que ha tenido antecedentes con la instalación del escudo antimisiles por parte de EEUU en Polonia y Rumania, lo cual es considerado como una amenaza para la seguridad por Rusia. O cuando Georgia inició un ataque militar en Osetia del Sur rechazado inmediatamente por fuerzas rusas, Georgia, que además, pretendía incorporarse a la OTAN.
Por otro lado, es un sarcasmo acusar a Rusia de violar el derecho internacional con la anexión de Crimea o que no se reconozcan como aguas territoriales de Rusia las que circundan esa península, cuando la OTAN hizo lo mismo en Kosovo y EEUU en Afganistán e Irak y en tantos otros lugares donde ha llevado a cabo intervenciones militares, muchas de ellas sin autorización de Naciones Unidas. Por tanto, es de un enorme cinismo acusar a Rusia de violar la legalidad cuando EEUU lo ha hecho en innumerables ocasiones en el pasado.
La confrontación con Rusia le interesa especialmente a EEUU, pues con ella da sentido al organismo multilateral OTAN que siempre ha utilizado para ejercer presión sobre un competidor geopolítico como es Rusia. Una OTAN que, controlada por EEUU, le permite continuar presente en Europa y en otros lugares para crear una dependencia militar, y a través de ésta, política y económica de los países europeos.
Las hostilidades entre las dos potencias en Ucrania no acabaran en guerra. Lo que está ocurriendo en Ucrania es una guerra de posiciones entre Rusia y EEUU. Es un pulso, esta vez lanzado por Rusia, que presiona a EEUU y a sus socios europeos para que dejen de presionar militarmente sus fronteras. Una tensión actual que EEUU agudiza para que la balanza geopolítica se incline a favor de sus intereses, pero que van en detrimento de los europeos. Pues los intereses de Europa occidental y los de Rusia son muy interdependientes, especialmente por la dependencia energética de diversos países europeos, Alemania y otros del gas ruso.
Europa atraviesa un importante conflicto en su seno y los gobiernos europeos, en lugar de incrementar las tensiones con Rusia enviando tropas y armamentos para fortalecer la OTAN, deberían, por el contrario, estar haciendo gestiones y llamamientos para llevar a cabo una conferencia diplomática que reuniera a todas las partes para acabar con el conflicto. Tampoco se deben situar al lado de Rusia, pero sí deberían buscar una neutralidad que rebaje las tensiones entre todas las partes. Pero, al parecer, la pusilánime Europa, una vez más, se dejará arrastrar por EEUU hacia una confrontación inútil que, además, profundizará la crisis económica iniciada por el Covid19.
Comentarios
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