Cuarto y mitad

Hombres caducos

Llámense Bertín, Plácido, Carlos o Javier (por poner solo unos nombres al azar) son hombres caducos. Hombres que si fuesen un producto comercial –como decía una colega mía– habría que haberlos retirado del mercado por obsoletos. Como estos hay cientos, miles o millones, depende del ámbito territorial que abarquemos.  Hombres educados en unos valores rancios que podían aunar la caballerosidad con la bellaquería sin diferenciar apenas cuando incurrían en una o en otra, pues ambas eran prerrogativas que el patriarcado les había concedido por el hecho de nacer varones.

Hombres acostumbrados a disponer de mujeres, casi siempre jóvenes, que les rieran las gracias, y que ejercían de madres, esposas, amantes, secretarias, asistentas, todo a la vez. Mujeres casi siempre valiosas que en lugar de dedicarse a su propio proyecto de vida les pasaban pulcramente los textos a máquina, o le limpiaban los pinceles, o les contestaban el correo o le preparaban una copa mientras ellos, en el mejor de los casos echaban la siesta, leían, se inspiraban para llevar a cabo sus grandes obras o, en el peor, estaban seduciendo a otra más joven que sustituyera a las ya desgastadas.

Ejemplos de mujeres que acompañaron a hombres ilustres hasta que fueron desplazadas por otras los hay en abundancia, en algunos casos casi coautoras de sus obras, y en no pocos despojadas de las mismas.  Conocemos ejemplos de estas mujeres que a la muerte del genio  fueron vilipendiadas y acusadas de haberse aprovechado de él y beneficiado  de su fama, como si las atenciones que les brindaron durante los mejores años de su vida no merecieran, siquiera, un disfrute póstumo.

Estos ejemplares ilustres de hombres caducos que van diciendo por ahí necedades no entienden nada, y dan hasta pena. Pero más pena produce –y más preocupación– los viejóvenes, chicos que ya pertenecen a otra época, nacidos en las postrimerías del siglo XX o incluso en el XXI y que siguen reproduciendo los valores, las creencias y los modelos de sus abuelos o bisabuelos en canciones, videos, películas, cómics o videojuegos. Esperemos que estos no encuentren ya aquellas chicas para todo que, acorde con los tiempos, se encarguen de prepararles el menú vegano, cultivar su imagen y gestionar su presencia en Twitter, Facebook e Instagram.

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