Cuarto y mitad

Los apellidos del feminismo

Ninguna otra ideología o movimiento social tiene apellidos o se expresa en plural: no decimos los comunismos, ni los socialismos, ni los anarquismos, ni los ecologismos, ni los sindicalismos, ni los racismos, ni los nacionalismos, ni los islamismos, los catolicismos, los cristianismos, los budismos, los ateísmos, ni siquiera  los machismos, sino que todas estas tendencias, corrientes políticas, sociales o religiosas se definen en singular y disponen de un único cuerpo teórico pese a la diversidad de grupos humanos que las puedan compartir, las diferentes situaciones que se puedan dar en los diversos países y la manera en que cada persona las pueda interpretar.

¿Por qué será que el feminismo deviene en los feminismos, con una larga ristra de apellidos detrás? Feminismo blanco, negro, islámico, decolonial, transfeminismo, ecofeminismo, etc. etc. ¿No les parece curioso que la única teoría que tiene (o tenía, porque ahora ya no se sabe) como sujeto político a las mujeres tenga que descomponerse en numerosas tendencias para adaptarse a cada situación concreta? En definitiva, hay quien dice que hay tantos feminismos como mujeres, lo cual en la práctica se traduce en que no haya ninguno, pues las disputas y desavenencias conducen a la parálisis y la inacción. ¿Estaremos hablando de lo mismo cuando hablamos de feminismo?

Creo que esta disgregación es un error que se pagará caro. El feminismo es (o era, porque ahora ya no se sabe) una teoría política y un movimiento social que toma como principal la contradicción entre los sexos y la consiguiente jerarquización entre los mismos, que atraviesa todas las demás contradicciones: de clase, de raza, de etnia, de nación, de orientación sexual, de procedencia, de edad, etc. En todos los grupos humanos las mujeres se han visto perjudicadas por razón de su sexo frente a los hombres.

Claro que hay otros ejes de desigualdad y que las personas podemos participar de varios de ellos y considerar que unos nos afectan personalmente más que otros. La solución no es negarlos y hacer como que entre las mujeres no hay diferencias. Las hay: no es lo mismo ser blanca que negra; rica que pobre, autóctona que inmigrada, anglófona que hispana, lesbiana que heterosexual. Lo importante a mi juicio es tener claro lo que une a todas las mujeres y establecer alianzas específicas con otros movimientos para superar lo que nos separa.

Intentar que el feminismo contemple todas las desigualdades, todos los problemas del mundo actual, todas las contradicciones entre los diferentes grupos humanos y se erija en una teoría omniabarcadora no lleva más que a la disputa por ver quien es más feminista, deslegitimar las corrientes o tendencias contrarias y, en definitiva, a difuminar la capacidad del feminismo de subvertir el patriarcado. Divide y vencerás

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