Cuarto y mitad

Reivindiquemos la opresión

Nunca había visto a tantas personas luchando a brazo partido por causas que las feministas habíamos considerado opresivas desde tiempo inmemorial. Pero parece ser que reclamar la opresión es visto ahora como algo positivo, algo progresista y empoderante. Y no me refiero a las personas afectadas directamente por estas causas, cosa que sería de entender. No. Se trata de personas que en principio no están afectadas por el tema, pero que han asumido la causa ajena casi como una cruzada personal.

Por ejemplo, personas que en su vida han tenido que llevar velo ahora se rasgan las vestiduras defendiendo que las mujeres vistan el hijab, el chador, el niqab o incluso el burka. Hay mujeres musulmanas que denuncian sistemáticamente la opresión que representa la obligatoriedad de tener que cubrirse hasta casi desaparecer bajo los ropajes, pero para las adalides de esta causa no hay razones suficientes, y si las mujeres "lo eligen", hay que respetar su decisión porque esa es su identidad.

De la misma manera, otras que nunca han tenido que verse en una carretera o en una sala de alterne o en un prostíbulo defienden con uñas y dientes el derecho de las mujeres a lo que llaman "el trabajo sexual", sin atender a más consideraciones sobre lo que representa la existencia de tal actividad, ni reflexionar sobre las causas profundas –y pocas veces voluntarias – que llevan a muchas mujeres a acabar ejerciendo la prostitución. Profesoras, estudiantes,  intelectuales que reivindican con ardor que la libre elección es un valor supremo que hay que respetar, y no hay más que hablar.

Y qué decir de todas aquellas que han asumido la defensa a ultranza de la identidad de género como si les fuera la vida en ello. Aferradas al aspecto sentimental y emotivo del tema –ya saben, los derechos humanos, la extrema vulnerabilidad, el sufrimiento, los suicidios, etc. – no están dispuestas a considerar ningún argumento racional sobre el género como un corsé, como un mecanismo de coerción que se ha impuesto sobre los cuerpos sexuados.

De pronto ha salido legión de defensoras dispuestas a reforzar la existencia de cerebros rosas y azules, cuerpos equivocados, cosas femeninas y masculinas, actividades de niños y de niñas, y sin la menor reflexión sobre las múltiples presiones que esta sociedad ejerce sobre los individuos –sobre la belleza, el envejecimiento, la gordura, la salud, los patrones sociales, etc. – defienden a capa y espada la decisión de proporcionar a los menores bloqueadores de la pubertad, hormonación cruzada o si llega el caso mutilación de cuerpos perfectamente sanos. Y todo esto sin contemplar la posibilidad de que quizá, solo quizá, los malestares que casi todas las personas experimentamos con nuestros cuerpos sean inducidos por intereses económicos cuyo rastro podemos seguir a poco que nos empeñemos.

Pero nada, todas aquellas que osamos desafiar estas convicciones, o nos atrevemos a cuestionar estos dogmas nos convertimos en personas despreciables e insensibles, cuando no señoras burguesas blancas europeas colonialistas que rechazamos la diversidad cultural, que odiamos a las prostitutas o que incitamos a los jóvenes trans al suicidio.

Pues nada, sigan reivindicando la opresión, y aquí dejo unas cuantas causas que espero que acojan con el mismo fervor: el derecho de pernada, los crímenes de honor y la lapidación.

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