Cuarto y mitad

Tres eran tres...

Candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid en el debate de Telemadrid
Candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid en el debate de Telemadrid

Los mayores sabrán a lo que me refiero en el título; los más jóvenes que busquen en internet y se informen.  Afortunadamente hoy día (aunque todavía hay reminiscencias) las mujeres ya no somos clasificadas en los dos bloques opuestos que nos enfrentaban: las buenas y las malas como eran las tres hijas de Elena.

Las tres mujeres a las que me refiero, Isabel Díaz Ayuso, Rocío Monasterio y Mónica García como todo el mundo sabe han sido las cabezas de lista de los tres partidos que han salido mejor parados en las elecciones madrileñas. Tres mujeres jóvenes, y por qué no decirlo, con cierto atractivo físico, algo a tener muy en cuenta en la política espectáculo actual. Aun a riesgo de que se me acuse de machista –una feminista machista, ja, ja– tengo que decir que, si las comparamos con sus homólogos varones, ellas ganan por goleada.

Pues bien, este trio de mujeres tan diferentes demuestra varias cosas que me parece importante señalar en los momentos que vivimos: que ser mujer no es un sentimiento, ni una identidad ni una esencia. Estas tres mujeres son tres personas nacidas con uno de los dos cuerpos posibles en los que puede encarnarse el ser humano.  Y lo que tienen en común no es que tengan un alma femenina, ni que su cerebro sea rosa, ni que posean una energía interior que las lleva a pintarse los labios o ponerse zapatos de tacón. No, lo que tienen en común es que pertenecen a un sexo que ha tenido que batallar durante siglos para, entre otras cosas, poder elegir estar donde están hoy, cosa que aunque parezca obvia aún no está al alcance de todas las mujeres del planeta.

Las tres defienden posturas ideológicas diferentes con las que no me identifico. Díaz Ayuso es lo más parecido a Donald Trump que hemos visto por estos lares: errática, impredecible, irreflexiva y simplista. Rocío Monasterio podría ser colega de Marine Le Pen, y representa los valores más rancios del nacionalismo y la tradición ultramontana.

Podría estar más cerca del ideario de Mónica García, pero he leído el programa de Más Madrid y me recuerda mucho un neoliberalismo posmoderno propio de países ricos (tipo Verdes europeos) que no se desmarca ni de la prostitución, ni de los vientres de alquiler, ni de la pornografía, ni de la autodeterminación de sexo. El programa de Más Madrid está trufado de los conceptos hoy en boga: identidad de género, binarismo, diversidad e inclusión, que ella ha sabido con astucia no destacar en su campaña, como sí ha hecho su partido-nodriza, Podemos y así le ha ido. Ningún programa feminista, por tanto, ha concurrido a las elecciones madrileñas. Por lo visto eso de hablar de la desigualdad entre sexos, nombrar a las mujeres y sus problemas específicos está pasado de moda. Es lo que tiene no saber quiénes son las mujeres, si no lo saben ¿cómo van a defender sus derechos?

Como han demostrado estas tres líderes de ideologías opuestas, las mujeres no somos un colectivo homogéneo al que situar junto a otros grupos marginales; somos la mitad de la población mundial, muchas somos conscientes de nuestros derechos, estamos enfurecidas y necesitamos una voz propia que dé respuesta a los múltiples retos que la involución que estamos viviendo está tratando de ocultar.  Las elecciones de Madrid han sido un aviso para la izquierda: sigan vendiendo humo y centrando su discurso en el 0,5% de la población (tirando largo) y desoyendo los graves problemas que afectan al 51% que conformamos las mujeres, que arrieras somos y en las próximas elecciones generales nos encontraremos.

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