Culturas

Darío Fo en la Valldigna

CON CEDILLA // SEBASTIÀ ALZAMORA

Recorremos este fin de semana la Valldigna, un precioso valle –como su nombre indica— en la comarca de la Safor, con capital en la bella Gandia, que a su vez configura una comarca natural partida por el río Vaca, estos días exultante por las abundantes lluvias, tanto como los brolls, unos surtidores naturales que ofrecen un espectáculo vivificante como pocos. La Mancomunitat de la Valldigna comprende los pueblos de Simat, Benifairó y Tavernes, que ocupan el valle propiamente dicho, y también el de Barx, que se encuentra en un altiplano. Huertas feraces, naranjos celebrantes, magnificencia inequívocamente mediterránea, con sus agrestes carreteras de montaña con vistas al mar y a los olivos. Pero no me hagan mucho caso, que luego se llena todo de gente, puaj.

En la Valldigna uno se encuentra también sorpresas, como la que se esconde estos días en el convento de Santa Maria, en el pueblo de Simat: con sus muros, su patio, sus claustros, su refectorio y su sala capitular, y sobre todo con su iglesia desacralizada donde el gótico y el barroco se confunden majestuosamente, constituye un espléndido conjunto arquitectónico, que la Generalitat Valenciana, a través de la Fundación Jaume II el Just, está restaurando con esmero y buen juicio. Bueno, pues actualmente el convento acoge una alucinante exposición sobre el Nobel Darío Fo y su esposa, la actriz Franca Rame, diseñada y realizada por el propio autor. Docenas de pinturas, otras tantas fotografías, manuscritos, maniquíes, muñecos, diseños de vestuario y de escenografía, grandes tapices e incluso un pícaro tríptico situado en la hornacina del altar, configuran una especie de autobiografía artística y humana de Fo y Rame, tan caótica como impresionante. Un capricho que –enseguida se ve— Fo ha esparcido por las naves de Santa Maria a capricho y a placer, tanto como el que siente el visitante que se topa con ese bonito delirio sin esperarlo en absoluto.

Y es que, curiosamente, ni en las cercanías ni en el mismo recinto del convento de Santa Maria de Valldigna no hay nada que avise de la presencia del ilustre bufón entre sus muros. Ni anuncios, ni trípticos, ni un cartelito en la entrada. ¿Coquetería institucional por parte de la Generalitat, que jugaría a la clandestinidad? ¿O la desidia propia del gestor que se queda descansado tan pronto como ha ejecutado un presupuesto? En cualquier caso, bonita sorpresa la de encontrarse con Fo y Rame en la Valldigna. Y ustedes no vayan, de verdad, que no vale la pena.

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