Culturas

Joan Margarit, poeta cartesiano

CON CEDILLA// SEBASTIÀ ALZAMORA 

El jurado de los Premis Nacionals que cada año otorga el gobierno catalán ha tenido el buen gusto de distinguir, en la categoría de Literatura, al poeta Joan Margarit por su último libro, Casa de misericòrdia (si no existe todavía traducción al castellano, es de suponer que la habrá pronto, como es habitual con los libros de Margarit). Afirmar a estas alturas que Joan Margarit es uno de los mejores poetas catalanes vivos ("si no el mejor", como apostilló Luis Antonio de Villena) es abundar en una obviedad, pero no quiero perder la ocasión de suscribirla: en efecto, Joan Margarit es uno de los mejores poetas catalanes vivos. También es uno de los más populares (ya hace tiempo que sus libros de poemas se cuentan por éxitos de ventas; sí, sí, de ventas), uno de los más reconocidos (los premios le llueven a pares, y el Nacional de la Generalitat viene ahora a añadirse a un palmarés de los que quitan el hipo), y –esto es lo más importante— uno de los más exigentes: hace pocos años publicó el volumen Els primers freds (El primer frío en versión castellana), que recopilaba su poesía completa desde 1975 hasta 1995, donde aprovechó para someter a su obra a una muy severa poda de poemas sin que le temblara el pulso para nada. Por si todo ello fuera poco, es un excelente recitador o decidor de poesía, y sus recitales de Paraula de jazz junto al poeta Pere Rovira (otro de los grandes) y el saxofonista Perico Sambeat son siempre una experiencia memorable. Joan Margarit, en resumen, es un crac.

Cálculo de estructuras
Arquitecto de profesión (él es uno de los actuales responsables de las obras de la Sagrada Familia, esa iglesia que están a punto de cargarse excavando un túnel bajo sus cimientos) y catedrático de cálculo de estructuras (ése es precisamente el título de uno de sus mejores y más recientes libros), no es descabellado pensar que su trato con el tiralíneas y el compás expliquen en buena medida el orden, la limpieza y el buen sentido de la construcción –nunca mejor dicho— que caracterizan sus poemas, de tal modo que Miquel de Palol –seguimos nombrando maestros— haya descrito a Margarit como "un poeta racionalista". Cartesiano, diríamos: lo cual quiere decir preciso, elegante, concienzudo, y, precisamente por todo ello, contundente y conmovedor. En pocos poetas como en Margarit se unen la sobriedad con la capacidad de emocionar al lector: no conozco a nadie, por talludo que sea, que no haya llorado leyendo los poemas de Joana, el libro que el autor escribió al filo de la muerte de una hija suya. En fin, a sus setenta años, sólo se puede decir que Joan Margarit sigue en plena forma, y que es un gozo poder decir que, por una vez, la calidad de un poeta se encuentra en relación directamente proporcional con la magnitud del reconocimiento que obtiene. Como además, tal como ya he señalado, Margarit se ha preocupado de mantener una saludable relación con el público castellano, que debería ser ejemplo para muchos en Catalunya y en España, sólo me queda recomendarles vivamente que le lean. Y ya me contarán.

Más Noticias