Culturas

La tierra es plana

CON CEDILLA// SEBASTIÀ ALZAMORA 

Este benemérito diario publicaba, el pasado lunes 8 de septiembre, un excelente reportaje (Atasco lingüístico en Aragón, firmado por Patricia Horrillo) que daba cuenta de la situación de las lenguas aragonesa y catalana en Aragón: una lamentable situación de minorización debida a tejemanejes políticos, como suele suceder con las lenguas que se hablan en España diferentes al castellano, pero especialmente grave por cuanto –después de 30 años de supuesta democracia– esas dos lenguas no han conseguido en Aragón ni siquiera ser reguladas y protegidas por una Ley de Lenguas que nunca llega a ser propuesta ni votada, por mucho que así lo exija el Estatuto de la comunidad. Dos partidos (el PAR y, cómo no, el PP) se oponen a ello con empecinamiento, mientras el PSOE, a pesar de ser oficialmente favorable a la aprobación de esa ley, se hace en la práctica el sueco. Nada nuevo bajo el sol, pero no por falto de novedad menos preocupante por lo que se refiere a la solidez democrática del país llamado España.

Nada de imposiciones

Sin embargo, lo que me pareció más llamativo del reportaje fueron las declaraciones de la señora María Herrero, diputada del PAR por más señas, quien no dudaba en afirmar que "no se puede imponer a la gente que lo que habla es catalán". Fascinante razonamiento, caramba. Por esa misma regla de tres, no se le podría imponer a ningún ciudadano de Cuenca -es un decir- que lo que habla es castellano y no quechua, si prefiriera llamarlo así. Aún más: tampoco se le podría imponer a nadie que la tierra sea redonda, llegado el caso de que alguien tuviera la ocurrencia de imaginarla plana. Ya puestos, a ningún individuo se le debería imponer que dos y dos sumen cuatro, si creyera más certero pensar que tal suma da setenta y tres. Bonito camino el que lleva a negar la evidencia científica presentándola como una imposición, y a tergiversar datos objetivos como si fueran opinables, en nombre de uno u otro interés político: sin duda, es el más corto para llegar a la meta de la decadencia. Nada de imposiciones; que la ciencia y sus incómodas constataciones se vayan a hacer puñetas.

Lingüística y política
La política consiste en la gestión y regimiento de los asuntos públicos, y la ciencia ha sido definida como cada una de las ramas de conocimientos sistematizados que se consideran campo de investigación u objeto de estudio: es el caso de la lingüística, que determina con claridad que lo que se habla en la llamada Franja de Aragón es catalán, qué le vamos a hacer. Definidas las dos disciplinas, la primera no debería interferir jamás en la segunda ni atreverse a impugnarla, aunque sólo fuera para evitar el fomento de la barbarie. Si en su día se separaron las creencias religiosas de la política, lo mismo debería hacerse con respecto a la ciencia. Y sin embargo, qué tristemente lejos nos hallamos aún de conseguirlo.

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