Culturas

La hucha

CON CEDILLA // SEBASTIÀ ALZAMORA, escritor

Verán ustedes: un servidor ha decidido convertirse finalmente en un ciudadano consciente, positivo, progresista y responsable y, para ello, he empezado por dejar de fumar. Ya sé que puede haber a quien le parezca que este avatar de mi vida privada no es en principio tema para esta columna, pero quiero aprovechar para saludar a todos mis seres queridos y anunciarlo bien alto: he dejado de fumar. Y les puedo asegurar lo que más hace la puñeta al ex fumador en proceso de desintoxicación no es el mono de la abstinencia ni los sueños extraños en los que se ve a si mismo fumando a escondidas en lo alto de un árbol en el parque: no, todo esto es duro, pero lo que más te hace sufrir es la indiferencia con que se lo toma el resto del mundo. ¿Cómo pueden quedarse tan tranquilos? Uno se convierte en un ciudadano consciente, positivo, etc, ¿y no merece un aplauso? ¿Golpecitos de afecto en la espalda? Lo menos que pueden hacer los amables lectores es escribir a la dirección que figura al pie de la presente columna y colmarme de felicitaciones.

Ahorro

Como buen catalán, el cambio radical ha despertado el espíritu ahorrador que hay en mí, aunque hasta ahora no lo supiera. Me he comprado una hucha de ésas de barro en forma de cerdito –no se rían, es cierto— y, de ahora en adelante, voy a guardar en ella el dinero que solía gastarme en el infame tabacote (estoy intentado aprender la terminología del buen fumador pasivo, pero todavía no me manejo muy bien): el precio de dos paquetes al día acaba sumando, al cabo de los meses, una pasta considerable. Llegado el momento, cuando el cerdito esté bien lleno, me imagino con qué ilusión empuñaré un martillo y, después de proceder a la matanza (del cerdito; es metáfora, no se asusten), recontaré el dinerito acumulado mientras respiro un aire ejemplarmente libre de humos. Ya lo ven, soy todo actitud positiva y proyectos de futuro, y mi karma está cada día más equilibrado.

Inversión
Pero claro, una vez causada la ruina del señor Philip Morris, que conmigo ha perdido su mejor cliente, habrá que ver en qué invierto el pastón que sin duda habrá generado la operación hucha: ¿en un viaje? ¿en libros de autoayuda? ¿en jamones de bellota? Esta última opción sería una bonita y poética forma de rendir homenaje al sacrificado cerdito de barro. Aunque quizá lo mejor sería destinar ese dinero a iniciar una cuestación popular a favor de la incomparable Magdalena Álvarez, la malagueña que no se parte ni se dobla. O aun mejor, para el fascinante don Mariano Rajoy, que anda tan preocupado por lo mal que se encuentra el español en España. En fin, lo bueno es que, como ven, dejar de fumar me ha llenado de buenas intenciones. Qué bien me siento.

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