Culturas

Un agricultor de película

HORÓSCOPO CHINO// JULIO VILLANUEVA CHANG

Gérard Depardieu, el gran actor que inauguró su reputación de excesivo siendo un delincuente juvenil, quiere hoy dedicarse a la agricultura. Su pasaporte informa que es "actor/vinicultor" y sigue fascinando a todos. Hace un tiempo, el historiador Philipp Blom, autor de Encyclopédie, publicó un perfil en el que no lo ve como un genio de la actuación sino "como un gran animal abatido después de haber recibido una flecha con anestesia en las nalgas" a quien ya no le apetece actuar en películas decentes. El último papel del actor de la gran nariz fue en Astérix en los Juegos Olímpicos, una comedia en la que Alain Delon es Julio César y Depardieu sigue ganando dinero repitiéndose tras los mostachos y la panza de Obélix. "En realidad soy un agricultor y sueño con pasar la vida en mis viñedos", le dijo a Philipp Blom. Ya no quiere actuar pero no deja de hacer películas –sobre todo malas– ni puede estarse quieto: come y bebe como Pantagruel, suele vivir en hoteles y viaja por todo el mundo en su jet privado para comprar viñedos en Marruecos o en Argentina y buscar petróleo en
países como Cuba.

 
Su biografía del exceso dice que Depardieu no fue un hijo deseado. Su padre fue un alcohólico que no sabía leer ni escribir; su madre intentó abortarlo con una aguja de tejer. Vivían en Chateauroux, una ciudad provinciana al sur de París cuya economía doméstica oscilaba entre la metalurgia y una base aérea de los Estados Unidos. Su padre bebía en las cantinas; su madre veía películas románticas. Había siete niños en su casa pero aún más silencio. Gérard Depardieu era tímido y tenía problemas para hablar. No le gustaba el colegio y lo abandonó. A los quince años tenía el cuerpo de un adulto, entrenaba en un club de boxeo y protegía a dos prostitutas, vendía cigarrillos y licor a los soldados de la base aérea, pasaba la noche en bares y peleaba en la calle. A los diecisiete años, cuando su amigo Michel Pilorgé viajó a París para ser actor, él lo sigue en un tren. A los veinticinco, ya es una estrella millonaria del cine francés. Sus primeros papeles se parecen a su vida de delincuente juvenil. Blom recuerda que en Les Valseuses es un ladrón para quien la vida es pasear en autos robados; que en La Dernière Femme es un esposo que se corta el pene con un cuchillo eléctrico; que en Martin Guerre es un estafador que es ahorcado, y que en Danton la hoja de la guillotina cae sobre su cuello. 

Hoy le aburren más las cámaras. Después de una operación de by pass quíntuple, más de ciento cincuenta películas, varios accidentes de motocicleta y tres décadas de psicoanálisis, Depardieu publica un libro de recetas tradicionales de cocina y le fascina andar con empresarios poderosos, hablar por teléfono de negocios y actuar de secundario en una película sobre manipulación genética. Sigue siendo el mismo animal carismático e instintivo, pero ahora inclina más su gran nariz sobre el poder y sus viñedos.

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