Culturas

Tres adjetivos

YO TAMPOCO ENTIENDO NADA// CAMILO JOSÉ CELA CONDE

En el quinto aniversario, quinto, de la guerra de Irak, mientras las gentes se preguntan todavía cómo es posible que se haya montado semejante berenjenal, el presidente George W. Bush ha calificado la aventura de justa, noble y necesaria. Queda bien. Es una máxima literaria muy conocida que los calificativos han de ir de tres en tres para dar lugar a una frase redonda, equilibrada y hermosa. El presidente con despacho oval podría haber usado cualquier otra terna diciendo, por ejemplo, que la invasión planificada en las Azores fue rotunda, eficaz y hermética, o núbil, astringente y solidaria. Pero esos tres adjetivos acerca de la justicia, la nobleza y la necesidad son, encima, passe-par-tout, referencias de las que le cuadran casi a cualquier cosa.

Justicia
La justicia, tratándose de guerras, la establece —desde que a Trasímaco se le ocurrió la idea— el vencedor. Cierto es que el ejército expedicionario está a años luz de ganar la guerra de Irak pero aquí nos encontramos ante una pescadilla guerrera de las que se muerden la cola. Así que se dice que la guerra es justa y, con un poco de suerte, igual se termina ganando. O no.

Nobleza
Lo que a nadie escapa es lo muy noble del acto que consiste en derrocar a un dictador. Que en el trámite se cuelen cerca de medio millón de muertos, cada uno de los cuales ha salido a un precio aproximado de dos mil dólares —sin IVA— son aspectos menores de los que sólo preocupan a los disolventes y no empañan en absoluto la nobleza de ánimo.

Necesidad
Queda, por fin, el detalle último de lo necesario. Saben muy bien los técnicos del mercado que las necesidades hay que crearlas porque la gente es muy suya y, si no se le anima, saca su lado más estoico. Pero una vez que se nos convence de lo mucho que necesitamos qué sé yo, una máquina de gimnasia pasiva o un colchón de agua lo cierto es que se nos puede convencer de la necesidad de cualquier cosa. Entre Ánsar, Bush y el sonrisas, con vino por medio, dieron en lo muy necesario que era armar un pollo gigantesco para que el siglo no se nos muriese de aburrimiento. Siempre es preferible morir de un buen bombardeo, o de los atentados concomitantes. A partir de ahí, lo único que queda es dar con el mejor guionista de anuncios para que la necesidad se convierta en universal. En ésas estamos.

Más Noticias