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¿SOY YO O ES LA GENTE?// ANTONIO OREJUDO

Ministerio de Igualdad. ¿Quién puede estar en contra de un Ministerio de Igualdad? Si hay uno de Justicia y otro de Defensa, ¿por qué no va a haber uno de Igualdad? Lo que me parece mal es que Zapatero no haya encontrado hueco en su organigrama para un Ministerio de Felicidad, otro de Ilusión y un tercero de Fantasía y Buen Humor.

Hombres y mujeres
Espero que la igualdad que pretende este ministerio no se limite a hombres y mujeres. Esta sería una tarea, pero no la única, de las muchas que se me ocurren para este nuevo departamento. La desigualdad recorre en diagonal la sociedad entera, desde la Economía de Solbes hasta la Cultura de De Molina. El año pasado murieron 72 mujeres a manos de sus parejas o ex parejas. La cifra es brutal, y sirve además para calibrar mejor el número de trabajadores muertos ese mismo año: 1.152. La igualdad en este asunto es conseguir que estas muertes provoquen la misma repulsión social que los asesinatos de mujeres, que haya más medidas de seguridad y que los empresarios que no las cumplan sean estigmatizados como los maltratadores.

Ricos y pobres
Toda desigualdad tiene su origen en la enseñanza, pero no creo que la ministra prohíba los colegios privados o acabe con la enseñanza concertada, un negocio particular financiado con el dinero de la escuela pública. También podría corregir la desigualdad con la que el Estado trata a las diferentes religiones, una faena que duraría toda la legislatura, pero tampoco creo que denuncie los acuerdos con el Vaticano. O podría exigir igualdad en la lucha contra el fraude fiscal: que los técnicos de Hacienda, que ahora pueden investigar de oficio a particulares y pequeños negocios, pero no meter mano a las grandes fortunas o a las empresas de gran tamaño sin el permiso de su superior, puedan tratar igual a los pobres y a los ricos.

Ministros y ministras
No me gustaría estar en el pellejo de la ministra Aído. Su ministerio es de los que no admiten medias tintas. O el jefe cree en él honestamente y lo hace funcionar con todas sus consecuencias, y entonces se pone todo patas arriba; o lo considera una guinda sin poder ni presupuesto, aunque con simpáticas y vaporosas competencias. Las primeras señales dan mala espina: si este Ministerio de Igualdad naciera de un verdadero deseo de cambio, Aído sería la vicepresidenta primera del Gobierno, por encima de Solbes. Pero no es así, de modo que yo vuelvo a poner todas mis esperanzas en la clonación. Cuando esta técnica se perfeccione todos los hombres serán iguales.

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