Culturas

¿Hay alguien ahí?

YO TAMPOCO ENTIENDO NADA// CAMILO JOSÉ CELA CONDE

Fieles al principio de que cada palo ha de aguantar su vela y, cada época, su George Bush, los japoneses han puesto a punto un nuevo sistema capaz de comunicarse con el más allá. Si hasta ahora se estilaban los oráculos, los veladores de tres patas y el tablero ouija, las nuevas tecnologías y los avances en materia de innovación apuntan hacia fórmulas electrónicas. El móvil, por ejemplo. Existe ya uno por lo visto que escanea tumbas, sea lo que sea eso, y permite llevar a cabo relaciones mucho más dinámicas, creativas y modernas con los antepasados siempre que éstos, claro es, no respondan con alguna que otra maldición.

Señas codificadas

Gracias a un código de barras, e igual que sucede con los paquetes de pan de molde o las latas de aceitunas, se dispone de todo tipo de información acerca del producto gracias a la lectura por medio de un aparato que en este caso se llama, como es natural, e-tumba. Así aparece, como por arte de birlibirloque, la semblanza del difunto: sus gustos, sus alegrías, sus canciones preferidas; sus vídeos, incluso. Los detalles médicos de alergias, enfermedades y demás pormenores propios del pasaporte sanitario no parecen pertinentes pero también cabría incorporarlos a título estadístico. E incluso el material ideológico-político, con himno como música de fondo. Se trata de un avance que dejaría en nada las esquelas revanchistas sobre la Guerra Civil, tan  en boga hoy.

Knocking on the Heaven’s Door
Pero qué duda cabe de que la e-sepultura, baluarte puntero del e-negocio, no quedará completa mientras esté por lograrse la conexión completa, la conversación vía telefónica con el espíritu, con el kharma, con ese mundo que protegía, hasta ahora con bastante éxito, el perro Cerbero. Ahí es nada poder hablar, por más que sólo sea a través de mensajes SMS, con quienes, liberados de las ataduras mortales, deben guardar opiniones muy interesantes acerca de lo que dejaron atrás. Sin necesidad de entrar en los detalles técnicos acerca de la desaparición de las barreras del tiempo —aspecto que daría paso, qué sé yo, a que el interlocutor khármico se aviniera a dictarnos los números de la Primitiva de mañana— sólo contar con un atisbo de lo que terminará sucediendo entre Obama y Clinton, o entre Mariano y Espe, merecería la pena de la inversión.

Seis mil euros piden por el móvil e-sepulturero, de momento. Eso de la trascendencia cuesta una pasta, según se ve. Pero, ¿quién dijo que la vida eterna habría de salirnos barata?

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