Culturas

No insista: me he muerto

CAMILO JOSÉ CELA CONDE// YO TAMPOCO ENTIENDO NADA

La necrofilia avanza. O la necesidad de ir más allá del negocio de la salud, ya vacilante. Una web de Nevada, allá en EEUU, ofrece a sus clientes el hacerse cargo del correo electrónico una vez que la muerte les sorprenda o, mejor dicho, si ésta aparece sin darles tiempo de enviar los mails pendientes. Eso es orden y previsión y lo demás, bobadas.
Remitente finado
Debe de ser toda una experiencia recibir un correo con una coletilla que advierta que su remitente ha fallecido, detalle imprescindible para evitar respuestas innecesarias. Desde que La Codorniz inventó el diálogo para besugos, las posibilidades de hablar con alguien sin que ninguno de los dos escuche abundan. Pero si el interlocutor está muerto, el significado mismo de charla cambia. Así que, en realidad, el nuevo servicio no es tanto una gestión del correo electrónico como una despedida destinada a todos aquellos que figuran en la agenda. Igual que las tarjetas navideñas que los hombres ilustres nos envían por medio de sus secretarios.


En prevención de pelmas

En realidad el servicio de comunicación del fallecimiento les es mucho más útil a los vivos que a los muertos. A menudo he pensado en lo conveniente que sería publicar la esquela anunciando la muerte de uno mismo, no se invita particularmente, el señor obispo ha concedido las indulgencias habituales. Proclamando que te has ido, una parte considerable de quienes te asedian en demanda de favores, entrevistas, prólogos, conferencias y presentaciones se vería en cierto modo desanimada. Verdad es que existen seres tenaces con capacidad sobrada para perseguirte, de la mano del Dante si hiciera falta, hasta el Hades mismo. Pero digo yo que serán los menos. De tal suerte, evitaríamos casi todas las congojas porque los únicos mensajes de persistencia segura, los de las convocatorias a reuniones inútiles, tienen su propio remedio (el de la indiferencia también tenaz).
Pago por adelantado
La web del correo post mortem tiene ya miles de clientes a los que se les exige pago por adelantado. A primera vista, parece lógica esa cautela pero es un signo cierto de que el servicio no confía en su propia eficacia. Si ni siquiera se pueden ajustar las deudas que hemos dejado en tierra, ¿a santo de qué el trasiego del correo desde el más allá? Urge dar con un medio de pago trascendente, una especie de tarjeta de crédito de ánimo espiritual. El PayPal traducido en PayDecessed, por ejemplo, aunque con firma delegada.

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