Posos de anarquía

Mohamed VI y su traje para Europa

Esta noche Mohamed VI anunciará a bombo y platillo su reforma constitucional. Todo apunta a que no será un texto que introduzca esos profundos cambios de los que habló en su discurso del 9 de marzo, en pleno éxtasis de la Primavera Árabe. Y es preciso subrayar el 'todo apunta' porque aunque faltan menos de dos semanas para que se celebre su referéndum, nadie ha visto la nueva Carta Magna, ni siquiera los partidos políticos. Eso ya se presenta como síntoma inequívoco de lo que se avecina.

Sí han trascendido, en cambio, algunos puntos del supuesto aperturismo democrático. De entrada, Mohamed VI ya no será sagrado, aunque sí inviolable (como nuestro Rey Juan Carlos I) y será el máximo líder religioso. Continuando con su aperturismo, Mohamed VI tendrá la última palabra no sólo del Gobierno, sino del Poder Judicial y será él quien determine qué partidos puede presentarse o no a las elecciones. Es sólo un avance de lo que parece que está por llegar: una Constitución hecha más a la medida de la Comunidad Internacional y en particular de la Unión Europea (UE), que de los propios marroquíes.

Mohamed VI ve cómo su pueblo se rebela ante un régimen que se ha sabido labrar el favor de los países europeos a golpe de talonario. Las riquezas de recursos naturales que proporciona el reino alauita -aún cuando legítimamente no le pertenezcan, como es el caso de los del Sáhara Occidental-, el asentamiento de multinacionales europeas en suelo marroquí o la promesa de garantía como tapón al terrorismo islámico y la inmigración ilegal han sido sus principales bazas para que la UE volviera la mirada ante la lista de informes de Human Rights Watch o Amnistía Internacional denunciando la violación sistemática de Derechos Humanos.

Sin embargo, el nacimiento del Movimiento 20 de Febrero -que bebe directamente de la Primavera Árabe- y la represión violenta en alguna de sus manifestaciones por parte del régimen de Rabat, imponían la necesidad de un gesto ante la Comunidad Internacional. Y ese gesto parece ser la nueva Constitución, confeccionada a la medida de Europa para que sus dirigentes renueven el discurso de 'avances democráticos' mientras el pueblo marroquí, con un sueldo medio de 300 euros, obedece a su monarca -el séptimo más rico del mundo con casi 1.900 millones de euros- envuelto en casos de corrupción. El mismo pueblo que no ha visto el texto que se supone que votará el 1 de julio y que, en muchos casos y dada la dispersión geográfica, difícilmente verá ya. De hecho, es posible que  ni siquiera tenga oportunidad de votar.

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