Posos de anarquía

Chipre, el amor y las goteras de la UE

El fantasma del rescate de Chipre planea sobre la Unión Europea (UE). La isla de Afrodita, diosa del amor, no parece ser capaz de hacer frente a una economía maltrecha que, paradójicamente, sufre del rescate a su vecina Grecia. Chipre padece una gran dependencia de los bonos griegos y la participación del sector privado en el segundo paquete de ayuda al país heleno no ayuda, en absoluto. Por si eso no fuera poco, Moddy's también tiene en su punto de mira a los dos principales bancos chipriotas, el Banco de Chipre y el Banco Heleno, con la sombra del 'bono basura' a la vista; y la inestabilidad del gobierno se ha multiplicado después de que su presidente, Dimitris Christofias, pidiera la dimisión de todos sus ministros para depurar responsabilidades por la explosión de la mayor planta eléctrica del país, que además de dejar tras de si 13 muertos sumió al país en una crisis energética.

Pero tranquilos, la Comisión Europea llama a la tranquilidad y se muestra convencida de que Chipre será capaz de reducir su déficit por debajo del 4% este mismo año. ¿Qué tiene a su favor? Un economía que, como la española, depende extraordinariamente del Turismo. Ese es su gran activo. En menos de tres años desde su ingreso en la Eurozona, la isla dividida sufre las consecuencias. Si polémico fue su ingreso en la UE en 2004 asumiendo entonces la Línea de Atila que dividía la isla en dos, no lo es menos ahora su actual estado, con una República Turca del Norte de Chipre, proclamada en 1983 aunque no reconocida internacionalmente, y unas negociaciones para la reunificación totalmente estancadas. Ni siquiera la victoria electoral del presidente Dervis Eroglu del estado fallido chipre-turco, con aires conciliadores, ha mejorado la situación. Y es que en juego está la legitimización de una invasión, la separación de familias enteras, miles de desaparecidos y la reclamación de hogares para millares de desplazados. Y eso no lo arregla de la noche a la mañana una federación inventada de la nada.

¿Qué más puede suceder para completar este cocktail molotov? Que el año que viene, la presidencia de la UE recaiga -como de hecho lo hará- sobre Chipre, algo que no están dispuestos a reconocer ni el presidente turco Abdullah Gül ni el primer ministro Recep Tayyip Erdoğan, los eternos aspirantes a la UE. La Unión Europea no se puede permitir el lujo de un nuevo rescate. Su coste político sería infinitamente mayor que el económico, evidenciando una fractura aún más evidente que la expuesta hasta ahora, en la que los consensos de mínimos han salvado situaciones críticas pero que no dejan de delatar que la Unión Europea no está blindada contra las crisis. ¿Quién lo está? No hay más que mirar al todopoederoso EEUU para darse cuenta de ello.

La diferencia  es que mientras que lo que se discute estos días en la Cámara de Representantes de los EEUU es el bienestar de su nación -con todos los matices que se quieran introducir de lobbies varios, el extremismo del Tea Party o sus anhelos imperialistas-, en Europa se baten el cobre los intereses particulares de los países, dándose una pátina de europeismo que se agrieta con las humedades de la crisis. Y salen las goteras. Y muchas.

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