Posos de anarquía

Las ejecuciones sumarias del CNT libio

El asesinato de Gadafi a manos de los rebeldes continúa pasando factura al futuro de Libia. Que el CNT rechace una investigación internacional del asesinato de Gadafi y lo califique de "provocación" es lógico pero, al mismo tiempo, ¿no debería ser el propio pueblo libio quien esclareciera los hechos? Sin embargo, no parece que esté por la labor: "Incluso si lo mataron de forma intencionada, se lo merecía". Son palabras de un alto cargo del Consejo Nacional de Transición (CNT) que hacen dudar de su propia preparación para llevar a cabo la democracia al país. ¿Opinará lo mismo de los crímenes de guerra que denunció Amnistía Internacional por parte de ambos bandos (gadafistas y rebeldes)?

Por lo pronto, hoy mismo conocemos una nueva denuncia, esta vez de Human Rights Watch: los brigadistas del CNT habrían ejecutado en masa a 53 supuestos partidarios de Gadafi la semana pasada en un hotel de Sirte. ¿Sobre qué bases quiere el pueblo libio levantar su nueva democracia? ¿Cuál es la mejor opción para asentar el futuro del país, un sencillo borrón y cuenta nueva? ¿Será posible para el CNT olvidar los crímenes de guerra de los gadafistas para, así, no tener que juzgar los suyos propios?

Las diferencias comienzan a aflorar. Sólo para empezar, el destino del cadáver de Gadafi es motivo de polémica. Se pretende evitar a toda costa que se erija su figura como mártir, como de hecho ya hay quien lo ha hecho, incluso estando fuera del país, como Chávez. El conjunto de los rebeldes parece no querer que se produzcan peregrinaciones a la tumba del dictador y para evitar eso hay dos opciones: enterrarlo en lugar desconocido o que se conozca la tumba pero se prohiba su visita.

Pero hay más diferencias y es que todos quieren ser héroes y, posiblemente, ganarse por ello una cuota en el liderazgo del país: mientras los rebeldes de Bengasi reclaman su papel como iniciadores de la lucha contra Gadafi, los de Misrata consideran que suyo fue el golpe de efecto que hizo dar un vuelco a la contienda. Y el CNT no cumple el papel aglutinador que se espera de él. De hecho, hasta la fecha prácticamente ha sido más eficaz de puertas para afuera que para adentro.

Ahora, con la  la 'sharia' (ley islámica) como marco, sólo tendrán ocho meses para la celebración de las primeras elecciones democráticas en décadas. De nuevo, incógnitas: ¿es un plazo suficiente para montar toda la estructura necesaria para esas elecciones? Desde la misma creación de partidos al resto de las instituciones. ¿Qué calado tendrá en la población, extraordinariamente dispersa por todo el territorio libio? ¿Habrá represalias contra tribus, como los tuareg, que apoyaron a Gadafi? ¿Cómo se conjugará la necesaria unidad nacional con el acervo multicultural para no excluir a tribus como los bereberes? Son retos a los que el pueblo libio en su totalidad tendrá que hacer frente pero cuya ejecución inicial, hoy por hoy, recae sobre los hombros del CNT y no la asume con la transparencia que fuera deseable. De hecho, es cuestión de tiempo saber si entre las ejecuciones sumarias que se atribuyen al CNT no se incluye también la del propio futuro del país, aunque ahora mismo ni lo sepa.

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