Posos de anarquía

Crisis humanitaria en Malí

Cada vez que en Europa escuchamos 'golpe de Estado' es portada de periódicos, suceda en Asia, Latinoamérica o la Luna, es igual. Lástima que no lo sea, no ya portada, sino que ni siquiera aparezcan a su debido tiempo los antecendentes del motín. Es lo que ha sucedido con Malí, cuyo golpe de Estado está presente hoy en todos los medios de comunicación, aunque ni siquiera supiéramos previamente de las decenas de muertos o de los más de 200.000 desplazados a causa de las revueltas tuareg del norte del país, tanto dentro del propio país como hacia Mauritania, Níger, Argelia y Burkina Faso. De hecho, ni siquiera sabemos hoy de esos datos, a pesar de que buena parte de las informaciones sitúan en el epicentro del golpe de Estado las reivindicaciones militares para atajar el intento de independencia de los tuareg (Movimiento de Liberación Nacional del Azawad, MLNA). Tampoco sabemos de cómo el ejército maliense bombardeó durante la contienda un campamento de refugiados en las inmediaciones de Kidal.

A otro nivel, pero como hemos podido comprobar en Occidente con la crisis económica, en África también está todo conectado. Malí ha visto caer sus ingresos por turismo a pasos agigantados, dado que desde el otro lado del Mediterráneo nos hemos encargado de tacharlo de vivero del  Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) y, ahora, el propio Gobierno de Malí lo aprovecha para tachar a los tuareg de tener vínculos con AQMI -los rebeldes lo niegan-. La crisis alimentaria, en buena parte provocada por el dumping internacional y la especulación con futuros, no ha ayudado. El tráfico de droga -consumida fundamentalmente en Occidente- vicia aun más el entramado social del norte del país, fundamentalmente. Incluso la guerra de Libia tiene conexión con el conflicto: tras su fín, ¿dónde han ido todos los mercenarios armados por Occidente? Pues buena parte de ellos a Malí.

A finales del mes que viene estaban previstas las elecciones presidenciales, pero los militares no han podido esperar. Comienza a gestarse una crisis humanitaria cuyas dimensiones son impredecibles y, ni siquiera sé si Occidente repara en ello -ni le importa-. No hablo sólo de los miles de desplazados y de los muertos, sino del recrudecimiento de nacionalismos y guerras étnicas. Desde que se iniciaran las revueltas tuaregs el pasado mes de enero, la principal etnia del país -los bambara- ha fortalecido su nacionalismo y han atacado propiedades de tuaregs en cualquier punto del país (incluida la capital Bamako), estuvieran o no en el norte, tuvieran o no relación con la revuelta independentista.

Pero hoy ha habido un golpe de Estado. Eso es lo que importa.

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