"Cuando nuestros valores están en juego, tenemos la responsabilidad de actuar". Es una de las frases del discurso televisivo de Barack Obama para justificar el bombardeo de Libia en 2011. Según apuntaba el presidente estadounidense, "dejar de lado la responsabilidad de Estados Unidos como líder, y más profundamente, nuestras responsabilidades hacia otros seres humanos, habría sido una traición a quienes somos". Entre sus aliados y cómplices más cercanos, Obama incluyó a Reino Unido, Francia, Canadá, Dinamarca, Noruega, Italia, España, Grecia, y Turquía.
Cuatro años más tarde y con Gadafi asesinado sin juicio previo, el pueblo libio se encuentra objetivamente en peor situación que cuando vivía bajo el régimen del dictador. Exactamente lo mismo que sucedió en Irak tras la invasión de EEUU y el ahorcamiento de Sadam Hussein... y, como entonces, quienes encendieron la mecha de la pólvora que ha detonado la situación se ha borrado del mapa.
En aquel discurso televisivo, Obama sacaba pecho patriótico y aseguraba que "algunos países puede que hagan la vista ciega a las atrocidades que ocurren en otros. Estados Unidos es diferente, y como Presidente me niego a esperar a ver imágenes de las matanzas y de las fosas comunes para actuar". Ahora, es precisamente él quien vuelve la mirada a otro lado, evitando centrarla en el cementerio humano en que se ha convertido el mar Mediterráneo... a pesar de que la inestabilidad en que EEUU y sus cómplices (entre ellos España) dejaron sumida a Libia se encuentra detrás de buena parte del repunte de pateras y 'macropateras' que están tratando de llegar a las costas europeas desde África. Es un caso más de 'inmigración made in USA'.
900 migrantes ahogados (que es la cifra de muertos que ya se comienza a manejar) no dan ningún barril de petróleo. Son meras estadísticas que no impactan en la economía estadounidense, por lo que no es necesario convertirlo en causa, aunque el aspecto humanitario ya lo traiga de serie sin necesidad de maquillarlo como tal. Por eso EEUU no mueve un dedo, más allá de tirar de bombas contra el Estado Islámico (EI), que sí que supone una amenaza geoestratégica desde su punto de vista.
Y sus cómplices europeos se sienten ahora solos, en especial Italia, Grecia y España, que constituyen la barrera de entrada a los miles de africanos que huyen de la miseria y el terror que Occidente ha provocado en sus países. Suenan ya los tambores de una nueva cumbre europea sobre la inmigracióm que, seguramente y como viene siendo la tónica, se ocupará más de fortalecer los controles, la vigilancia y, en esencia, el cordón sanitario contra las pateras que en tratar de resolver el origen del problema en sus países de origen. Pura ceguera capitalista que impide dejar de usar los presupuestos de ayuda a la cooperación como contrapartida comercial/empresarial, dándose casos tan curiosos como que España destine menos de la mitad al África Subsaharariana que a América Latina. ¿De veras creen que las posibilidades de conseguir, por ejemplo, grandes obras de infrastructuras para las constructoras españolas no tienen nada que ver en esta desproporción?
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