Los resultados de las últimas elecciones autonómicas y generales han obligado a Mariano Rajoy a preparar una batería de cambios tanto en el Gobierno como en su partido... su debacle electoral y, claro está, la espantada de pesos pesados del partido, que o bien han renunciando o han reclamado una limpieza en el PP. Ese clima de tensión y fracaso anunciado en sus propias filas ha sido lo que realmente ha hecho a Rajoy plantearse el movimiento de fichas. De otro modo y si a la vuelta de la esquina no hubiera unas Elecciones Generales, el presidente seguramente habría preferido meter la cabeza en su agujero y esperar a que el vendaval se calmase.
Sin embargo, da igual. No hay cambio en sus huestes que pueda ayudarle a salir del pozo en el que él solito se ha metido. Es cierto que está obligado a introducir cambios tanto en el Gobierno como en el PP, aunque sólo sea por un tema estético, pero éstos llegan tarde y mal. Ni siquiera me refiero al incesante incremento del número de sombras de corrupción en el PP -ayer en Madrid 'creció' la Púnica- sino a que ¿de qué sirve cambiar de ficha si la partida se sigue jugando en los mismos términos?
Es un esfuerzo fútil poner caras nuevas para ejecutar las mismas políticas. Y es lo que hará, porque Rajoy todavía no se ha dado cuenta de que si algo ha hecho el pueblo en las pasadas elecciones es mostrar su descontento con sus políticas. Lo que el presidente del Gobierno considera su mayor activo y de lo que más presume en sus bolos por Europa es, precisamente, el mayor mal para los ciudadanos. El arsenal de pólvora que Rajoy cree tener para la próxima batalla está mojada porque lo que él considera su mejor baza es lo que la ciudadanía concibe como el detonante de la miseria en la que vive.
Durante esta pasada campaña electoral, tanto en el ámbito nacional como municipal, me he hartado de escuchar a los populares decir que "cuando los españoles se ven con el agua al cuello [en relación a la situación económica] es cuando llaman al PP y nosotros tenemos esa responsabilidad de arreglar las cosas". Se equivocan porque si algo tenía -y tiene- el pueblo ahora mismo es el agua al cuello, al menos los que quedan, los que no se han ahogado aún, y no ha sido a la puerta del PP a la que han llamado. Algo falla en su teoría.
Así las cosas, ¿cuál es la única posibilidad que tiene Rajoy de conseguir volver a llevar al PP a La Moncloa? Sólo tiene una posibilidad, sólo le resta un cartucho: que los Gobiernos de izquierda que se han hecho con el poder el pasado 24 de mayo, sean o no de coalición, fracasen. Es la única oportunidad que le queda al PP, poniendo el foco, claro está, tanto en Madrid como en Barcelona. Desde Génova son conscientes de ello y por eso ya han comenzado con su política del miedo, hablando de freno a la recuperación (recu... qué?) o de antisistemas en el poder (es lo que ellos mismos exigían al 15-M).
Esa política del miedo ya no le funcionará, ni siquiera su boicot institucional. Su única esperanza es que realmente estos nuevos Gobiernos de izquierda lo hagan mal, que fracasen en su intento por regenerar la democracia y hacer otro tipo de política. Es por lo que la ciudadanía les juzgará.
El PP teme que se generalice el 'efecto Torrelodones', un municipio de la sierra madrileña. En aquel feudo histórico del PP, mucho antes de apareciera el 15-M, un grupo de ciudadanos decidió fundar un partido y presentarse a las elecciones municipales para acabar con la pésima gestión, el despilfarro y el desmadre urbanísticos del PP. En 2007, Vecinos por Torrelodones (VxT) no consiguió imponerse al PP, que ganó, pero sí superó ampliamente al PSOE. Cuatro años más tarde, se quedaron a un sólo concejal del PP y el pacto con las otras dos fuerzas (PSOE y Actúa) les sirvió para dejar a los populares en la oposición.
Entonces, la política del miedo también entró en juego, tachándoles de populistas, de llevar el municipio a la ruina. ¿Qué ha pasado durante la última legislatura? Que VxT ha pasado de una deuda heredada de 13 millones de euros a un remanente de tesorería, una vez descontados, entre otros, aquellos ingresos que previsiblemente no se harán efectivos por resultar de dudoso cobro, de 3,4 millones de euros. Han reducido los gastos en un 30%, eliminando cargos de confianza, coche oficial, bajando sueldos... ¿Cómo ha recompensado esta 'ruina el pueblo' de Torrelodones? Dándoles la mayoría absoluta con 12 concejales de 21, el doble que la segunda fuerza más votada que es, precisamente, el PP.
Ese es el gran miedo de Rajoy, que los gobiernos de izquierda sean tan buenos como cree la gente que les ha votado, que no defrauden la ilusión generada, que lo demuestren en los próximos meses y que en las Elecciones Generales se produzca una onda expansiva de democracia regenerada por todo el país. Y esa onda, no hay cambios de cara en el PP que la detenga.
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