Posos de anarquía

Refugiados: la naúsea de las cifras selectivas

Desde que arrancara la crisis estafa en 2008, vivimos más que nunca en un mundo de cifras. Ahora el más pintado sabe lo que es la prima de riesgo y se maneja con las magnitudes macroeconómicas, tan explotadas por nuestros gobernantes. Sin embargo, no nos engañemos, es un mundo de cifras selectivas y que, precisamente por ello, debería provocarnos naúseas.

En esta Europa nuestra en la que se habla de locomotoras económicas, de crecimientos del PIB y que llegó a lucir en 2012 el devaluado Premio Nobel de la Paz, asistimos con estupor cómo se mancha las manos de sangre, no sólo contribuyendo al estallido -y mantenimiento- interesado de conflictos bélicos sino, además, a después masacrar con su indiferencia a las víctimas de tales guerras.

Me refiero, claro está, a los refugiados que llaman a la puerta de Europa y a los que ésta da la espalda desde hace más de un año. En lugar de acogerles con dignididad, los subastó como en una lonja, y ahora países como Suecia, Holanda y Finlandia anuncian deportaciones masivas, Dinamarca se apropiará de las pocas cosas de valor con que llegan y Alemania no sólo acelera la expulsión sino que, además, pone todas las trabas posibles a la reagrupación familiar. ¿Y España? España, fiel a su estilo, en lugar de hacer, sencillamente no hace... ni siquiera ha acogido a una veintena de los refugiados comprometidos en aquella subasta de personas gestada en Bruselas por la que se aprobó el asilo de 160.000 personas en dos años en toda la Unión Europa. Vomitivo.

Mientras, sólo este mes de enero ya han llegado a nuestras costas europeas 45.000 refugiados, pero más de 200 se han quedado en el fondo del Mediterráneo. Según datos de Save the Children, desde aquella fotografía del pequeño Aylan que pareció marcar un punto de inflexión, otros 220 niños han tenido su mismo destino, aunque sus cadáveres no hayan saltado a las portadas. Como bien apuntaba mi querido Rafa Panadero hoy en la cadena SER, eso significa que no pasa un sólo día sin que un niño muera en el Mediterráneo.

¿Todavía no siente naúseas? Las sienta o no, reflexione sobre cuánto tiempo tardará en olvidar esta columna... yo mismo me avergüenzo de pensar que, quizás, me lleve menos de lo que me ocupó escribirla y ese pensamiento, ya no es que me revuelva el estómago, es que me hace sentir cómplice por mi inacción. Tratemos de cambiar el rumbo de la cosas, no toleremos que nuestros dirigentes violen sistemáticamente los Derechos Humanos en favor del capitalismo puro y duro. De lo contrario, llegará un punto en que las naúseas desaparecerán, sencillamente, porque estaremos vacíos por dentro.

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