Posos de anarquía

Las ramas de Pedro Sánchez

El vídeo de Pedro Sánchez chocando de frente contra una rama es la mejor paradoja de lo que le sucede al dirigente socialista en esta campaña electoral: tiene la mirada tan fija en un único punto que no ve lo que se le viene encima. Se pudo comprobar ayer durante el debate en televisión, donde siguió el guión previsto al pie de la letra, con un pacto de no agresión con Ciudadanos tácito, por lo que pueda venir el 27 de junio.

El instinto de supervivencia política le lleva a tratar de escapar del depredador que tiene en lo alto de su pirámide socialista, es decir, Susana Díaz, y precisamente por eso está tan focalizado en conseguir llegar a La Moncloa que no se da cuenta del daño que hace a las siglas que defiende. De otro modo no se puede explicar que ayer presumiera durante el debate de su pacto con Ciudadanos, el mismo partido del que él mismo aseguró en campaña que venía a desmontar el estado de bienestar. Sánchez camina mirando al frente y la rama de Ciudadanos le va a golpear de lleno y lo hará, como no puede ser de otro modo, por la derecha, que es por donde se extienden los tallos de Rivera.

No es la única rama que le atizará. El candidato socialista también fija su mirada en la autocomplacencia, jaleado por los suyos, y así se acercara un tren de mercancías no lo vería venir. Le sucedió literalmente ayer con la valoración de su actuación en el debate, pero sucede con la gestión del PSOE en términos generales.

Que el PSOE ha hecho grandes cosas por este país es innegable, especialmente en materia social y de igualdad. Sin embargo, todo lo bueno que haya podido hacer no puede eliminar sus borrones, que también los hay. De hecho, nadie antes de esta legislatura de Rajoy había pegado un tajo tan grande a las políticas sociales como lo hizo el Gobierno de Zapatero en su segunda legislatura. Eso, también es innegable, como lo es también la traición al pueblo español con la reforma constitucional con nocturnidad y alevosía (artículo 135) o, ya en la era Sánchez, la ratificación de la cadena perpetua revisable que, no lo olvidemos, iba empaquetada con un Pacto Antiyihadista que únicamente sirvió para salir en la foto.

Una militante socialista me espetó el otro día que por qué la gente odia tanto al PSOE. "No es odio, le respondí, es exigencia de responsabilidades pues, junto con el PP, es quien ha llevado las riendas del país en las últimas décadas". Esa suerte de esquizofrenia política, de creer que todos están en contra, es muy peligrosa, porque nubla la mente y el pensamiento. "Es que cuando se friega, se puede romper algún plato, pero hay que ponerse a fregar". Bonita alegoría la que me regaló esta militante, pero que abre la puerta a dejar que otros también frieguen que, quizás, no rompan tantos platos y, además, dejen más limpia la vajilla.

Hoy por hoy, votar al PSOE es no saber qué se vota. ¿Por qué? Porque a pesar de que Pablo Iglesias lleva semanas solicitándoselo, de que los propios moderadores del debate de anoche lo preguntaron explícitamente y de que hoy mismo en radio lo han vuelto a preguntar a sus colaboradores, ni Sánchez ni el PSOE han desvelado siquiera qué preferencias de pactos tienen para después del 26-J. Sólo la cabeza de lista del PSC por Barcelona, Meritxell Batet, ha admitido abiertamente que ve más "coincidencias" con Unidos Podemos que con Ciudadanos y le han caído palos desde Ferraz y San Telmo por todos lados.

Pensar que van a ganar, que no van a necesitar pactos tiene una triple lectura y en todos los casos es negativa: Puede ser que sea fruto de la ingenuidad, de la ilusión, pero que dice poco de su realismo y asusta, porque ya lo vivimos con la gestión del inicio de la crisis con Zapatero. Puede ser que sea producto de la ceguera, de no saber hacer una lectura correcta del estado en que se encuentra España, lo que no barrunta una aptitud idónea para gobernar un país. O, finalmente, se puede deber a que, sencillamente, no lo quiera decir porque tenga en cartera volver a traicionar a los ideales socialistas, esos con los que ahora se golpea el pecho, pactando de nuevo con la derecha de Ciudadanos o, incluso, formando esa gran coalición con el PP de la que ahora reniega. No sería la primera vez que miente.

Y el golpe de la rama esta vez le puede derribar.

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