Susana Díaz ganó la elecciones al Parlamento andaluz. Eso es innegable, pero insuficiente. Es un clavo ardiendo al que se aferra Díaz para no entregar el relevo de un PSOE en Andalucía que está pidiendo a gritos una renovación. Seguir aferrándose a su cargo, delata cómo sus ansias de poder y su soberbia superan con creces cualquier compromiso que tenga, no ya con su propio partido, sino con toda Andalucía.
La Andalucía que ha votado, lo ha hecho en clave de derecha, es decir, lo opuesto a lo que vende ser Susana Díaz. "Si hubiera perdido, me habría ido", asegura la lideresa socialista para no dimitir... y, de hecho, ha perdido, porque su debacle electoral de 400.000 votos le hace decir adiós a la presidencia de la Junta. Sencillamente, se le ha retirado la confianza.
Cuando el PSOE perdió en Andalucía las últimas elecciones generales en 2016, pese a la implicación personal de Díaz, ésta no quiso ver lo que se avecinaba. Lo justificó alegando que unas elecciones nacionales nada tienen que ver con unas autonómicas. Pues, parece ser que sí, porque pese a su victoria, todo evidencia la pérdida de confianza que ha sufrido por parte de quienes habitan Andalucía.
No parece ser ella la más apropiada para renovar el partido, para volver a encantar a un electorado que desde 2004 ha retirado su voto a los socialistas. La realidad es esa: el PSOE en Andalucía lleva 14 años en caída libre. Eso es un dato objetivo, incontestable... y lógico, porque gobernar durante 36 años genera fatiga de materiales y otros vicios que terminan pasando factura. Si uno mira la Andalucía de hoy, es cierto que ha mejorado en muchos aspectos, pero se encuentra tan lejos de su nivel óptimo que la ciudadanía parece haberse preguntado: ¿qué más va a poder hacer un partido que lleva casi cuatro décadas gobernando a su antojo?
Por otro lado, después de haber centrado su campaña, más que en ideas, en el mantra de que se estaba planteando un bloqueo para impedir el Gobierno andaluz, ahora es la propia Díaz la que parece querer hacer eso. Es absolutamente imposible que el PSOE vaya a gobernar (bien lo saben los centenares de personas que están sudando frío porque, de manera directa o indirecta, van a comenzar ha desfilar de sus puestos de trabajo en la Administración cuando llegue el relevo). Aunque Adelante Andalucía le diera su apoyo, las matemáticas no dan porque, como indiqué anteriormente, la Andalucía que ha votado es de derechas.
El que otrora fuera su socio, Ciudadanos, ya no la apoyará. Así lo indicó por activa y por pasiva durante la campaña. Así las cosas, antes de entregar el relevo en el PSOE, Díaz debería echarse a un lado y negociar un apoyo a un gobierno de derecha (tiene para elegir al PP o a su exsocio), cuya prioridad debe ser aislar a Vox del espectro político.
Es duro, pero no hay vuelta de hoja. Presentarse a una investidura que perderá no hará más que demorar la agonía, porque es absolutamente imposible que salga elegida presidenta. Andalucía no merece esa pérdida de tiempo. Cuanto antes asuma que su victoria es una derrota, antes podrá echarse a un lado en el PSOE-A para que éste comience a ejercer una oposición que vuelva a encantar de cara a las municipales de mayo de 2019 y unas generales que no quedan muy lejos.