Bolsonaro ha asumido el gobierno de Brasil. Otro tipo con un discurso xenófobo, racista, machista, anti-ecologista y homófobo que se hace con el poder. Una realidad contra la que en España algunos creían que estábamos inmunizad@s, pero que en los últimos meses se ha demostrado que, no sólo no era así, si no que esa ponzoña de odio y sinrazón ya tiene infectados algunos órganos esenciales.
Combatir a la extrema derecha exige no ser únicamente reactivo, sino también proactivo. ¿Por qué? Sencillo y, al mismo tiempo, complicado. La fuerza de este neofascismo emana de dos fuentes bien distintas: por un lado, ese electorado convencido que, al igual que el discurso que braman los líderes de estas formaciones, es xenófobo, racista, machista, anti-ecologista y homófobo, entre una larga lista de características.
Por otro, la otra fuente es una parte de la ciudadanía, nada despreciable, que atraviesa una situación de necesidad a la que la izquierda no ha sabido, podido o, incluso, querido dar respuesta. Con un discurso idílico y sin los fundamentos económicos más básicos, la extrema derecha ha sabido atraer a esa ciudadanía; sus cantos de sirena han logrado manipular a millones de personas haciéndoles pensar que mejorarían sus vidas.
No es así. Sin embargo, en lugar de activar políticas y discursos por parte de la izquierda que contribuyan a construir ese salvavidas que reclama la sociedad, parece que la mayor parte de sus esfuerzos se dirigen a destruir el discurso de la extrema derecha... Dicho de otro modo, el neofascismo está consiguiendo dominar la agenda política, incluso, antes de hacerse con el poder. Esta proactividad, unida a la debida autocrítica que debemos entonar los medios de comunicación, que hemos amplificado acciones de la extrema derecha que apenas sí merecían foco informativo, es lo que realmente desactiva el auge ultraconservador.
En este sentido, es preciso analizar debidamente las políticas salvadoras con que llega este neofascismo que destilan desde Bolsonaro a Salvini, pasando por Orbán o el ya bautizado como 'trifachito' Casado, Rivera y Abascal. Su modelo actual -aunque beban de otros líderes en blanco y negro- es Trump. ¿Qué ha conseguido con su 'America first' que acaba de imitar Bolsonaro en su toma de posesión (a la que Trump dio plantón, por cierto)? ¿Pleno empleo? No, en realidad esa es una tendencia el país viene registrando desde hace años y a la que la Administración Obama contribuyó mucho.
Por el contrario, buena parte de quienes votaron a Trump están padeciendo los efectos de sus políticas. La ONU lo ponía de manifiesto recientemente; en uno de sus informes revelaba que esos recortes de cerca de 1.500 millones de dólares en impuestos -¿les suena?- tan sólo habían conseguido "beneficiar de forma abrumadora a los ricos y empeorar la desigualdad".
Tras dos años de gobierno de Trump, éste preside una 'tierra de las oportunidades' con una tasa de pobreza infantil del 21%, una de las más altas del llamado 'mundo desarrollado'. Y la cosa, según los expertos económicos, no mejorará, porque precisamente ese recorte de impuestos a quienes más tienen -acabando con la redistribución de la pobreza- terminará por disparar forma dramática el déficit y la deuda y eso, inevitablemente, derivará en mayores recortes sociales que ni siquiera un reparto racista y xenófobo podrá mitigar en su electorado.
Tal y como ha constatado el informe de la ONU con Trump, detrás de las fórmulas mágicas de la extrema derecha no hay contenido real, bien por su propio desconocimiento -Vox quería acabar con Canal Sur sin ni siquiera saber que para ello hay que reformar el Estatuto de Autonomía de Andalucía- o por sus dotes para la manipulación. Otro ejemplo cercano, también en Andalucía, es el impuesto de sucesiones. Acabar con él ha sido una de las grandes banderas enarboladas por la derecha y la extrema derecha.
¿Saben quiénes son los únicos que pagan ese impuesto? Quienes heredan más de un millón de euros. Todos los familiares directos (padres y madres, hij@s o cónyuges) que hereden por valor de hasta 999.999 euros no pagan un sólo céntimo... ¿A quién beneficia la medida que proponen? A las personas más ricas... y eso no es mejorar la vida de quienes hoy por hoy votan el neofascimo... pero si no abren bien los ojos y la izquierda no cambia su discurso y sus acciones, para cuando se den cuenta será demasiado tarde.