Aun con la resaca de la tragedia de Julen y con los medios centrando su mirada en Venezuela, las protestas del sector del taxi y las luchas intestinas de Podemos (y la paulatina desintegración de IU), hoy casi nadie prestará atención a los cientos de migrantes que intentan llegar a España soñando con una vida mejor. En su travesía pierden la vida hombres, mujeres, menores... y ahora, además, la Unión Europea (UE) contrata abiertamente a sicarios de los Derechos Humanos (DDHH) para impedirles que luchen por su vida: 140 millones de euros a Marruecos para que, entre otras medidas, caven fosos e instalen las concertinas que previamente nos ha vendido el Gobierno de España que ésta ha retirado.
Que otros hagan el trabajo sucio. Esa es la estrategia de Europa y, por extensión, la de España. El Gobierno de Pedro Sánchez, desde la óptica de la defensa de los DDHH, está siendo una gran decepción, pese a sus brillantes comienzos con aquella acogida al buque de Open Arms. En pocos meses, el dibujo ha cambiado radicalmente, con asunción de las devoluciones en caliente -a pesar de ir radicalmente en contra del documento de la Cumbre de Marrakech y de la denuncia de organismos como Human Rights Watch-, el bloqueo al barco de Open Arms...
... y esa contratación de los servicios de Marruecos para que sea Mohamed VI quien impida la salida de las personas subsaharianas que se encuentran en su país. Ya no se trata de impedir el paso a España, sino de que queden atrapadas en ese país que, si algo ha demostrado durante décadas, es que es una carnicería, una máquina de represión, vulneración de DDHH, tortura, asesinato...
La masa aborregada de la extrema-derecha (y de otra porción de la derecha que se dice moderada) dará palmas con las orejas por medidas como ésta, como si el dinero que llega de Europa no fuera nuestro también. ¿Tan complicado resulta reparar en que los millones de euros que se destinan a machacar a las personas pueden destinarse a mejorar sus vidas, tanto en su país de origen como en el de destino?
No puedo decir que me sorprenda por qué no se montan espectáculos mediáticos protestando contra esa inhumanidad, esa indiferencia que hace que ignoremos que nuestro dinero paga a sicarios de los DDHH como Marruecos o Turquía... Ya no alucino ante la rutina de estas tropelías por las que hay motivos cada amanecer para declarar tres días de luto y banderas a media asta... pero me resisto a encajarlo y normalizarlo, porque cada vez que se desolla una persona con las concertinas, que un policía marroquí le revienta la espalda a palos o que se ahoga frente a las playas donde veraneamos, tod@s morimos un poquito por dentro, incluso, aunque no seamos conscientes de ello. Y lo merecemos.