Apenas un par de meses ha hecho falta para que se nos pase el miedo que vivimos en las últimas elecciones generales, cuando muchas personas temimos que Vox tuviera mayor calado en las instituciones y propiciara un advenimiento del gobierno (de coalición) más derechón, rancio y casposo desde que mandamos al dictador al hoyo.
Sin embargo, con una participación del 75,75% se superaron todas las expectativas. La izquierda tuvo un resultado mejor de lo esperado, pese al batacazo de Unidas Podemos. Hacía muchos años que la ciudadanía no acudía de ese modo a las urnas. Las campañas que se desplegaron animando al voto y ese miedo a la extrema-derecha surtieron efecto.
El resultado fue la posibilidad de conformar un gobierno de izquierda, utilizando para ello las más diversas fórmulas (coalición, cooperación...), con apoyos suficientes como para no depender del trifachito PP-Cs-Vox. La ciudadanía cumplió; ahora le tocaba a los partidos. Y no cumplen.
Tras la ruptura escenificada ayer, con filtraciones y mentiras arrojadizas entre PSOE y Unidas Podemos, ambas formaciones se presentaron como indignas de sus votantes. Sencillamente, no están a la altura, vertiendo un jarro de agua fría al optimismo generado aquel 28 de abril, volviendo a provocar una desafección política que linda la repugnancia.
Siempre he pensado que las negociaciones, de un modo u otro, llegaría a buen término, pero el espectáculo que las dos formaciones están dando, con sus respectivos líderes a la cabeza, es patético. Ignoro si ante la amenaza de nuevas elecciones, Pedro Sánchez cree que hurtará votos a Unidas Podemos porque sus votantes culpen de las negociaciones infructuosas a la actitud de Pablo Iglesias; y si es Iglesias quien espera lo mismo de los votantes de PSOE trasladándose a Unidas Podemos. Sea como fuere, habrá más abstención. El hartazgo ya es insoportable.
Y, a diferencia de otras elecciones, la abstención masiva no tendrá ninguna responsabilidad si en esas elecciones la derecha más extrema llega al poder. Los únicos responsables serán PSOE y Unidas Podemos, por no estar a la altura, por hacer una política estéril, en las antípodas del servicio público y de unas miras tan cortas que van a terminar por, no sólo abrir la puerta de La Moncloa a la amenaza neofascista, sino también a tenderle la alfombra roja. Igual sólo es posible así que den un paso al frente representantes de izquierda realmente dignos.