El repunte de violaciones en masa precisa de una explicación, de encontrar una causa que haya disparado las estadísticas. La pornografía se ha convertido en el chivo expiatorio de un problema que va mucho más allá de las películas X y que, en realidad, se remonta a la deficiente educación sexual y afectiva que estamos dando a l@s más pequeñ@s.
Ante la oleada de crímenes sangrientos a manos de menores, encontramos los juegos de rol y los videojuegos. Ahora con el porno, limpiamos nuestras conciencias sobre qué educación estamos a nuestr@s hij@s. Asunto arreglado. La culpa es de otros.
¡Qué lástima caer una y otra vez en los mismos errores! Esta tribuna no cuestiona la idoneidad de buena parte del porno que se consume en la actualidad -esa cuestión merecería una columna exclusiva-; lo que el artículo pone encima de la mesa es si l@s más jóvenes cuentan con las herramientas necesarias para generar la avalancha de estímulos a la que se entregan. Y la respuesta es un clamoroso NO.
Se trata de dos debates que, por correr en paralelo, tienden a mezclarse: por un lado, el tipo de pornografía que se rueda hoy en día, que es más que cuestionable; y por otro, la educación sexual y afectiva. La realidad nos dice que uno de cada 4 chicos ve porno antes de los 13 años y el primer acceso se adelanta a los ocho, lo que, inevitablemente, nos lleva a deducir que la educación brilla por su ausencia.
La ausencia total o parcial de esa educación impide que l@s menores sepan gestionar correctamente lo que ven, el sexo que consumen en sus pantallas, los abusos y agresiones a las mujeres en un porno hecho por y para hombres. Si tal educación se hiciera efectiva, ¿de veras creen que tendrían el mismo efecto las películas X en l@s niñ@s? El problema, además, se extiende a los más adultos, porque ellos también carecieron de esa educación y, lamentablemente, el machismo latente amplifica todavía más la cosificación de la mujer que se muestra en estas cintas.
La maquinaría del mercado, ese capitalismo depredador que al tiempo que nos vende problemas comercia soluciones, aprovecha el vacío existente y ya se dispone a hacer su agosto. Cursos online para desengancharse del porno, libros desmitificándolo, series de madres que ruedan pelis X, publicaciones de autoayuda para afrontar el reto con l@s hij@s... pero en casa, continúa sin hablarse de sexo, de sentimientos, de lo que es el respeto y lo que significa querer. Al mismo tiempo, el sistema educativo tampoco afronta el problema, atravesado por un capitalismo que otorga más importancia a aprender a programar que a amar. Pero toda la culpa es del porno.