Albert Rivera está desesperado. La debacle electoral de Ciudadanos (Cs) que anuncian todos los sondeos le está haciendo sudar frío y, de sudores fríos, sabe lo suyo el líder naranja. Sólo así se explica su gesto miserable, mezquino y profundamente irrespetuoso al comparar Barcelona con Alepo o Bagdad.
Las protestas violentas que están teniendo lugar en Barcelona son terribles, injustificables y absolutamente condenables por toda aquella persona que se sienta demócrata. El disparo de pirotecnia contra helicópteros y 'lecheras' de la Policía, la quema de vehículos y contenedores, las cargas contra las Fuerzas de Seguridad... todo ello es innecesario y hace perder fuerza al movimiento independentista que, afortunadamente, todavía se nutre de personas que defienden y practican el pacifismo de las protestas, sumándose a quienes sin ser independentistas también protestamos por una sentencia injusta.
Condenando toda esta violencia, comparar lo sucedido en Barcelona con Alepo o Bagdad delata la nula sensibilidad de Rivera con los millones de víctimas de las guerras, con los cientos de miles de refugiados a los que personas como él han dado la espalda. Es ruin, nauseabundo y, en lugar de provocar el efecto buscado por el líder de Cs, que no es otro que salvar los muebles en el más que probable descalabro electoral, lo agudiza.
Cunde el pánico en las filas de Ciudadanos, con el niño mimado Rivera a la cabeza, aquel cuyo currículum menguó a medida que se le fue poniendo en evidencia. Incluso mirando ese currículum revisado y editado una y otra vez -en cada ocasión que se desmentían 'méritos'-, es posible darse cuenta de que Rivera es producto Ibex-35, gran sostén del partido naranja. Sin embargo, la situación ha cambiado radicalmente.
Rivera se embriagó de poder o, por ser más precisos, de sus ansias de poder, porque no ha cumplido con los hitos marcados. A pesar de ello, se creció, sobrestimándose como líder, rodeado de quienes lo adoraban viviendo sueños de coaching. Y los sueños se han tornado en pesadilla. Ciudadanos comienza a ser prescindible porque ya hay otro partido que, no sólo es capaz de asumir el mismo papel sino que, además, tiene más ADN común con el grueso del Ibex-35. Rivera siente el aliento de Vox en el cogote y no duda en ser tan mezquino como fue ayer para reinvidicarse, pero, como dicen en inglés, su tiempo ya es tiempo regalado. Su hora ha llegado.