Cuando se tienen convicciones firmes y, especialmente, cuando se adquieren compromisos, se ha de mantener la palabra. Es una cuestión de principios, pero eso es algo que en este país y, muy especialmente en la clase política, cotiza a la baja. La actitud dubitativa del gobierno de España, su marcha atrás y, tras las presiones de ERC, su vuelta a lo apalabrado no transmite precisamente convicción. A pesar de todo, es una magnífica noticia.
Olviden la guerra abierta entre Junts per Catalunya (JxCat) y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), no tengan en cuenta las elecciones catalanas anticipadas y obvien las estrategias torticeras que está empleado Quim Torra al dictado de Carles Puigdemont. Todo eso da igual, por muchas milongas que ande contando una derecha cada vez más nerviosa después de jarros de agua fría como unos datos de desempleo en 2019 que prueban que tanto ellos como la CEOE no podían estar más equivocados acerca de los efectos perniciosos de la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI).
Así ganarán las elecciones catalanas el Partido Popular (PP) o incluso la extrema-derecha de Vox, mantener esta mesa de diálogo continuaría siendo un acierto, porque ni en las mayores de las ensoñaciones de Pablo Casado o Santiago Abascal el independentismo se verá reducido en las próximas elecciones catalanas. ¿Acaso no han analizado el resultado de las últimas generales? ¿Todavían no han asimilado que ERC ha aumentado el número de escaños?
Que PP o Vox ganaran las elecciones en Catalunya no resolvería el problema catalán. De hecho, posiblemente lo acentuaría, porque ya hemos visto en demasiadas ocasiones cómo estas formaciones son más amigas de utilizar un lanzallamas que un extintor. Por este motivo, resulta primordial dialogar, hacer política, que es para lo que se paga a estos representantes, en lugar de teledirigir a sus bufones por tertulias y redes sociales crispando el ambiente.
Que el gobierno cancelara la mesa de diálogo y después la haya recuperado es una mala noticia con desenlace positivo. Y es una mala noticia porque parece delatar que el temor a caer en las encuestas electorales todavía acongoja, todavía hace que les tiemblen las canillas cuando es preciso tomar decisiones firmes, mantener compromisos. Ahora es más importante que nunca no doblegarse a la presión, no entrar en ese juego barriobajero que en ocasiones emplea la derecha, más empeñada en destruir que en construir.
Una vez redactado -como se redactó- con exquisito cuidado el acuerdo para celebrar esa mesa, el diálogo nunca más ha de ser utilizado como arma arrojadiza y mucho menos ponerse en duda. Quienes nunca han querido dialogar, quienes ha judicializado el asunto, quienes son más partidarios de la opresión, del Artículo 155 a la mínima de cambio y de imponer una bandera y una corona so pena de cárcel son los partidos de la derecha... Por el bien de todas y todos y de la democracia misma, que la izquierda no vuelva siquiera a rozar esas arenas movedizas.