Posos de anarquía

Mala comunicación

Mala comunicación
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una imagen de archivo

La gestión de la crisis sanitaria por coronavius es el mayor reto al que se ha enfrentado nuestra democracia. Hacerlo sin contar con una oposición constructiva -salvo la de los grupos parlamentarios minoritarios- hace todavía más compleja la gestión. Nadie parece escapar a los patinazos, a los errores, aunque sólo tiende a verse la paja en ojo ajeno, como prueba cómo la Junta de Andalucía, después de arremeter contra el ministerio de Sanidad, acaba de tener que retirar mascarillas defectuosas compradas por la ella después de que el personal sanitario haya estado utilizándolas desde hace al menos una semana.  A pesar de ello, la estrategia de comunicación del Gobierno de España es muy mejorable. La extraordinaria cantidad de ruedas de prensa no es necesariamente reflejo ni de transparencia ni de información, corriendo siempre el riesgo de una sobreexposición estéril.

Pedro Sánchez avanzó ayer cómo será la desescalada gradual y asimétrica de la que nos viene hablando desde hace semanas y generó tantas falsas expectactivas como confusión. Cualquiera que siguiera la rueda de prensa pudo constatarlo con las preguntas que posteriormente realizaban los medios de comunicación y cómo el presidente, lejos de clarificar, parecía liar aún más con un batiburrillo de ejemplos entre provincias limítrofes, actividades y segundas residencias.

La rueda de prensa, definitivamente, no estaba bien montada; incluso Pedro Sánchez volvió a sacar pecho de realización de test según la OCDE cuando ésta nos puso ayer en nuestro sitio retrasándonos diez puestos en el ránking -sorprendentemente, Sánchez se aferró al dato erróneo inicial-. A la luz de las quejas de los Gobiernos autonómicos, el Ejecutivo volvió a cometer el error de hacer público su plan de desescalada antes de compartirlo con las Comunidades Autónomas (CCAA). El vicepresidente de la Junta de Andalucía, Juan Marín (Cs), no esperó a elevar su queja, a pesar de que los Ayuntamientos andaluces se tuvieron enterar el pasado lunes -y no antes- de cuántos contagios existían en sus municipios por la prensa -y concretamente, por el Grupo Joly, al que inexplicablemente se filtró la información en exclusiva-, porque los canales de comunicación con los Consistorios y Diputaciones parecen rotos.

¿Qué sentido tiene recopilar propuestas de las CCAA para elaborar el plan y después dárselo a conocer con una rueda de prensa? Desde el punto de vista estratégico es un error garrafal, especialmente dado que el planteamiento en global choca en gran parte con lo que demandaban muchas regiones. Sin lugar a dudas, habría sido mucho mejor aplacar ánimos y contener reacciones en lugar de toparse con tuits cargando contra la acción del Gobierno.

Evidentemente, el papel del Gobierno es el más complejo. A él le toca prohibir, limitar, pecar de exceso de prudencia; el papel de las CCAA, en cambio, es mucho más sencillo, porque pueden dar alas al optimismo, parecer que son quienes abrirían mucho antes la actividad económica y relajarían el confinamiento, con la tranquilidad en su fuero interno de que eso no sucederá, pero de ese modo no son ellas las malas de la película.

Quizás en un intento por combatir ese rol de 'poli mal0', el Gobierno de España ha estado avanzando medidas sin concretar y sin ser segura su aplicación lo que, pese a sus buenas intenciones de aliviar el confinamiento y la ruina de autónomos y autónomas, puede tener el efecto perverso de poner un caramelo en la boca para después retirarlo.

La capacidad del sistema sanitario, la situación epidemiológica, las medidas de protección colectiva y los datos de movilidad y socieconómicos constituyen el panel de marcadores que determinarán que provincias pueden pasar de una fase a otra de la desescalada. Nadie sabe en qué punto se encuentra su provincia y, considerando que aún resta una semana y media para que termine la actual prórroga del Estado de Alarma, quizás habría sido preferible esperar a detallar la desescalada una vez que se tuviera el mapa de situación general. No ha sido el caso.

En cuanto a la sobreexposición del Gobierno, no es criticable que se rindan cuentas públicas cada día con los datos de evolución en la gestión; lo que sí es más reprochable es la reiteración de mensajes que no aportan por sobreentenderse-loas al personal sanitario, a Fuerzas de Seguridad, a l@s menores...-  y que lo único que hacen es prolongar la intervención contagiando de irrelevancia hasta a lo relevante. Los medios somos los encargados de cribar el grano de la paja -vaya si hay tarea-, pero son cientos de miles de personas quienes ven esas ruedas de prensa que terminan por parecer propaganda, cuando su espíritu no es ese.

En resumidas cuentas, no basta con querer ser transparente, sino que hay que parecerlo, y no ir al grano en las intervenciones, definitivamente, no ayuda. No basta con tender la mano, reunirse con CCAA y oposición y después anunciar los frutos de esos encuentros en los medios antes de compartirlos con quienes deben ser tus aliadas. La gestión de los efectos del coronavirus es complejísima pero aún más se lo puede hacer al Gobierno su mala estrategia de comunicación.

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