Tantos años pensando que el botellón ya estaba prohibido en la mayor parte de España y ahora algunos Gobierno autonómicos nos anuncian que no, que es ahora cuando lo prohiben. Dos de los últimos casos son Catalunya, que impone multas de hasta 15.000 euros; o Andalucía, donde la llamada Ley Antibotellón lleva 14 años vigente.
Pareciera que uno de los grandes temores de las Administraciones en su gestión del COVID-19 es que se les acuse de inacción. Hay que tomar medidas y, sobre todo, anunciarlas, porque la inacción desprestigia y ese descrédito, como sabemos, resta votos. Algo de esto hay en los anuncios de prohibiciones de los botellones.
La Junta de Andalucía (PP-Cs) aprobó su Ley Antibotellón en 2006, bajo el epígrafe "Ley 7/2006, de 24 de octubre, sobre potestades administrativas en materia de determinadas actividades de ocio en los espacios abiertos de los municipios de Andalucía". Las infracciones leves arrancaban con multas de hasta 300 euros, mientras que las muy graves se movían en la horquilla de 24.001-60.000 euros.
¿Por qué se prohibe ahora de nuevo? En primer lugar, porque la ley no prohibía el botellón en sentido amplio, sino que determinaba que lo prohibido era "la permanencia y concentración de personas que se encuentren consumiendo bebidas o realizando otras actividades que pongan en peligro la pacífica convivencia ciudadana fuera de las zonas del término municipal que el Ayuntamiento haya establecido como permitidas". Dicho de otro modo, le lanzaba la pelota a los Consistorios para que fueran éstos los que desarrollaran sus ordenanzas de vía pública que definieran en qué espacios se podía beber en la calle.
¿Qué han hecho la mayoría de los Ayuntamientos en más de una década? Poca cosa, incluso, en grandes ciudades como Sevilla y Málaga, donde las quejas vecinales se han sucedido en estos 14 años dado que, además, la ley antibotellón también prohíbe las aglomeraciones de gente consumiendo en los alrededores de los bares fuera del área determinada para veladores. Nos topamos de nuevo con la inacción, porque la economía manda y, en esos botellones, hay mucho guiri que se deja los cuartos y que, de hecho, aprecia mucho esa posibilidad a la hora de escoger Andalucía como su destino turístico preferente. Ya lo sabía Susana Díaz, que a sus tiernos 24 años y como concejala de Juventud y Empleo en el Ayuntamiento de Sevilla en 1999 apreciaba el placer de un buen botellón... o botellona.
Y llegamos al meollo de la cuestión: ¿Por qué se prohíben ahora los botellones como si no estuvieran ya prohibidos? Para evitar denunciar la inacción de los Ayuntamientos y, por extensión, de la Junta de Andalucía que en 14 años no le ha importado gran cosa que los botellones se extendieran por toda la región. Por este motivo, en lugar de hablar de "extensión de la ley antibotellón" (que no se aplica), se habla de "prohibición del botellón". Inacción. Inacción. Inacción.