La derecha se ha desplomado en Catalunya, pese a la entrada en el Parlament de Vox, y continúan hablando de "electorado constitucionalista", como si quienes han votado a un partido como ERC no lo fueran. Quizás no es el constitucionalismo el que ha fracasado, sino la obcecación por aferrarse a una Constitución que, como vuelve a demostrarse en Catalunya, necesita una profunda reforma sino abrir un proceso constituyente.
Con la abstención como la gran ganadora de las elecciones catalanas y, por tanto, la democracia como la gran derrotada, el nuevo escenario en Catalunya vuelve a dejar su gobierno en manos del independentismo. No cabe otra, salvo que vuelva a cotizarse al alza la deshonestidad y la mentira. Salvador Illa aseguró anoche que se presentaría a la investidura, pero no le dan los números de ninguna manera... salvo que haya vuelto a mentir, claro, puesto que él fue el primero que tendió un cordón sanitario contra los partidos independentistas garantizando que no formaría gobierno con ellos.
Podría Illa retorcer sus propias palabras y pretender gobernar sólo con el apoyo pero sin que ERC entrara en gobierno, pero pensar que los de Pere Aragonès acepten eso parece misión imposible, más aún después de haber suscrito un acuerdo con las otras formaciones independentistas para cercar al PSC. Así que sí, Illa ha ganado las elecciones -en contra de lo que yo mismo pensaba, que pronostiqué una mejora de resultado pero no una victoria-, pero no gobernará; presumiblemente lo hará Aragonès.
Y mientras, ahí vemos a la derecha, lamiéndose las heridas por su debacle. Ciudadanos cae en picado perdiendo más de un millón de votos. En la memoria aun está fresco el dedazo de Inés Arrimadas con Carlos Carrizosa, al que hizo candidato saltándose las primarias del partido que habían concedido ese papel a Lorena Roldán. En su favor sí podría decirse que Arrimadas fue la única líder que estuvo anoche al lado de su candidato derrotado.
No se puede decir lo mismo del PP, que con Alejandro Fernández y la ex Cs Roldán de número 2, cosechó una derrota dolorosa, que el lenguaraz Teodoro García Egea no tardo en achacar a Luis Bárcenas, olvidando la irrelevancia del PP en Catalunya durante los últimos años.
Tanto PP como Cs lamentaron que el electorado constitucionalista no hubiera sido suficiente para vencer al independentismo. Lo que ya no es suficiente es esta Constitución, obsoleta, incapaz de dar cabida a una nueva fórmula de Estado que anoche Catalunya volvió a reclamar. Seguir hablando de constitucionalismo es seguir defendiendo un imposible y no querer resolver la cuestión catalana dialogando. Ni PP ni Cs se han dado cuenta de ello y así les ha ido en las urnas.
En cuanto a Podemos, Pablo Iglesias sigue instalado en su miopía, saboreando como victoria la pérdida de votos -la enésima en un proceso electoral-. Acerca de Vox, qué decir, que la extrema-derecha ya estaba en el Parlament, aunque no con esta contundencia representativa. Ni siquiera entraré en el fascismo que representa: cuando más de 200.000 personas votan a un partido cuyo candidato ni siquiera conoce el presupuesto con el que cuenta para desarrollar su programa -creía que eran 27 millones de euros cuando son más de 30.000 millones- hay poco más que decir sobre ese electorado. Sobran las palabras.