Posos de anarquía

Superliga, de la hora feliz a la borrachera

Superliga, de la hora feliz a la borrachera
Florentino Pérez, presiente de la nueva Superliga europea de Fútbol, y uno de los principales impulsores detrás de la operación, en una imagen de archivo. — Yoan Valat / EFE

El comunicado oficial de la Superliga eclipsó ayer cualquier otra noticia, ya fuera relacionada con la pandemia de la Covid-19, con la campaña madrileña o con planes de recuperación socio-económica. Los periódicos generalistas realizaron, incluso, una mayor cobertura que los deportivos y las redes sociales clamaron contra lo que consideraban el asalto del capitalismo al fútbol. Qué ingenuos, el capitalismo hace décadas que se apropió del fútbol.

Marcelo Bielsa, entrenador argentino del Leeds United, se mostraba ayer sorprendido por el revuelo generado por la Superliga, sentenciando que "la lógica que impera en el mundo, y el fútbol no está  fuera de eso, es que los poderosos sean más ricos a costa de que el resto sea más pobre". Esa es la esencia, no sólo de la Superliga, sino del fútbol desde hace muchos años.

Rasgarse ahora las vestiduras y sentir el fútbol mancillado por el capitalismo, como si se hubiera mantenido inmaculado, es tan ingenuo como estúpido. Hace demasiado tiempo que el fútbol perdió el norte ante la pasividad, sino el aplauso, de sus seguidores. Sueldos galácticos, horarios de partidos absurdos para que puedan ser vistos en China y cobrar derechos de televisión, venta de todo tipo de material de marketing a precio de oro...

... Todo ello convenientemente aderezado por deudas millonarias con Hacienda que los distintos Gobiernos que pasan por La Moncloa no apremian y con toda suerte de irregularidades fiscales como el Football Leaks ha destapado. Es una auténtica vergüenza que se arme tanto revuelo por la Superliga sin que se haya prestado la debida atención a esto último, en lo que precisamente el Real Madrid de Florentino Pérez es todo un campeón.

El proyecto de Superliga es la borrachera final tras años de años de hora feliz. Quienes ahora se oponen a ella debieron oponerse mucho antes a lo que ya es hoy el fútbol, antes del anuncio de esta competición elitista. No lo hicieron y el modo en que se ha tratado el fútbol femenino que ha sudado sangre para conseguir su convenio colectivo, también es una prueba de ello. De hecho, el presidente de la Federación de Fútbol, Luis Rubiales, acudirá en nueve días a los juzgados imputado por coacciones, amenazas y prevaricación tras una querella de la Asociación de Clubes de Fútbol Femenino. La Superliga trata al fútbol femenino de igual modo, sin competición femenina porque no mueve tanto dinero como el masculino y el fútbol es secundario.

La UEFA, tan promotora del hurto del fútbol como los clubes de la Superliga, se ha revuelto, no tanto por lo que supone para el deporte, como por no haber sido invitada a la fiesta. A pesar de su dudosa honestidad, está en su derecho de excluir de Eurocopas y Mundiales a quienes previamente se hayan autoexcluido de las competiciones 'oficiales'... y entrecomillo 'oficiales' porque sería un error pensar que el fútbol es algo público; no lo es, es un negocio privado puro y duro.

La Superliga, como decía Bielsa, es reflejo del sistema actual y amplificación de lo que ya se viene haciendo en el fútbol como se encuentra hoy en día: la explotación de los más débiles por parte de los fuertes. Basta ver la clasificación de la Liga española, que ya lleva el apellido de un banco, para darse cuenta de ello. Entre los diez primeros clasificados encontramos al Granada, al Levante o al Celta de Vigo, equipos modestos que, pese a serlo, se cuelan en competiciones europeas, como es el caso del Granada. Dicho de otro modo, los presupuestos estratosféricos no siempre son sinónimo de rendimiento deportivo.

Los grandes clubes que promueven la Superliga han ido abandonando progresivamente sus canteras, porque cuidar de éstas es un gasto superfluo, porque lo importante no es el deporte base, es el dinero que el fútbol genera. Este es el motivo por el que, como sucede en el resto del sistema capitalista, los poderosos dependen de los pobres, a quienes explotan. ¿De dónde sino de los equipos más pequeños fichan a sus estrellas los grandes?

Y llegamos a otro quid de la cuestión: ¿Qué opinan de todo esto quienes son parte indispensable para que triunfe la Superliga, esto es, los jugadores? Busquen coberturas y apenas encontrarán declaraciones al respecto. Florentino Pérez se jacta de haber creado esta competición elitista -más que la anterior- para salvar el fútbol, porque de lo contrario estará muerto en tres años. Pues, ¿saben? Igual no es mala idea matarlo como es ahora y, después de hacerlo, incinerarlo para que no reviva, porque para que el fútbol sea fútbol no es necesario mover estas cifras multimillonarias.

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