En contra del dicho popular, la esperanza no es lo último que se pierde. En plena jornada de reflexión, merece la pena darse cuenta de ello, porque quizás la desesperanza que hoy siente usted, esa que le ha llevado a pensar que ningún político o política piensa en usted, que tod@s son iguales, es la que le clavará mañana en su asiento, ya sea de su puesto de trabajo, de su hogar o del banco del parque, evitando que vaya a votar. Y entonces, a partir del día 5 de mayo, es cuando cobrará sentido esta afirmación que titula este artículo, y verá que a la esperanza que un día perdió se suma su vivienda, su sanidad pública, su educación pública de calidad, su propia dignidad. No, la esperanza no es lo último que se pierde; hay mucho más en juego.
Cáritas lleva años alertando, mucho antes de la llegada de la pandemia, que la desigualdad entre pobres y ricos en Madrid es insostenible. Según los informes de esta organización de la Iglesia católica, las mayores tasas de desigualdad de España se dan en Madrid. Dicho de otro modo, ese fin del día que dibuja Isabel Díaz Ayuso (PP), ilustrando su concepto de libertad con tomar unas cañas en una terraza de bar, es algo que está fuera del alcance para más de un millón de personas, más de un 16% de la población en Madrid. Tomarse unas cañas, sencillamente, es no tener qué dar de comer a su familia.
Puede que usted haya perdido la esperanza y mañana ni se plantee acudir a su colegio electoral. Si lo hace, mañana por la noche, cuando se conozcan los resultados, es posible que comience la lista de pérdidas que sucedan a esa desesperanza. ¿Qué creen que le espera a su Sanidad si Ayuso ha invertido en ella menos, incluso, de lo que había presupuestado antes de saber de la pandemia y sus efectos?
Cuando su dolencia le consuma perdido en una lista de espera interminable es posible que ni siquiera le quede el consuelo de una caña, porque a esas alturas no es descartable que se vea en una de esas colas del hambre, soportando cómo Ayuso lo tacha de "mantenido". De nuevo, Cáritas como referencia, que asegura que buena parte de las personas que acuden a sus comedores sociales son familias que jamás habían tenido que recurrir a ello.
A la esperanza perdida que le llevó a no votar, quizás le siga la pérdida de su vivienda, pero no a manos de okupas, sino de un fondo buitre que ha comprado su edificio con el beneplácito de la gobierno del PP y le ha incrementado su alquiler más de un 100%. Usted, desahuciado. Usted, que se creía clase media, que jamás podría haberse imaginado que algo así pudiera sucederle. Se topará entonces, en el mejor de los casos, con la falta de auxilio de la Comunidad de Madrid, y en el peor, con su criminalización, señalado como un vago que solo aspira a estar subvencionado.
Y no solo le pasará a usted, también a sus hij@s, porque una vez que entre en esa rueda, olvídese de salir de ella. Se dará cuenta entonces de cómo termina en un barrio con una esperanza de vida menor que en su barrio anterior, con un colegio convertido en un gueto para pobres, donde la calidad educativa es menor, donde la salidas para su hijo, para su hija se topa con un muro infranqueable en su nueva situación.
Dicen que los humanos somos los únicos animales que tropezamos con la misma piedra y qué razón tienen. Ayuso prometió en la campaña de 2019 una bajada masiva de impuestos. Dos años después, ni rastro de esos beneficios fiscales. Lo promete ahora de nuevo y su electorado vuelve a creérselo. Quizá llegue esa bajada de impuestos tras el 4 de mayo y usted verá pasmado cómo los 25 euros al año que ahorra es 25 veces menos que lo que se ahorran los más ricos...
Todo eso, en el caso de que viva en la capital, porque si vive en un pueblo, ese que ni siquiera ha pisado Ayuso en campaña porque se ha encomendado a los bares de la ciudad de Madrid, la situación será aún más cruda y quizás entonces se pregunté por qué perdió la esperanza en la izquierda, por qué tras 25 años de gobiernos del PP en Madrid -y todas las servidumbres y corruptelas generadas en ese cuarto de siglo- no le quiso dar una oportunidad al cambio.
Así que no, la esperanza no es lo último que se pierde. Aún hay margen para perder mucho más después y en su mano, en su voto está evitarlo. Si no lo hace, recuerde que quizás ni una caña acuda a su consuelo.