¿Qué fue de la ley de vivienda? Pasaron las elecciones de Catalunya y Madrid y dejaron de trascender los detalles de la negociación en el seno del Gobierno, con un PSOE más partidario de arrimarse del lado arrendador y un UnidasPodemos más intervencionista. A ese debate interno, que se nos está atragantando y haciendo interminable, le seguirá el que ha de darse en Congreso y Senado. Mientras, la miseria avanza en España, dejando en la estacada a cientos de miles de familias que no tienen siquiera un techo desde el que asistir a este despropósito.
La ciudadanía está harta del amarillismo político, en el que los medios de comunicación tienen mucho que ver. El hastío que provoca que la información política se levante sobre tuits, actos propagandísticos e improperios cruzados es ya insoportable. La clase política nos regala cada día su particular teatrillo, que cuando hay campaña electoral se vuelve excesivo y, al bajarse el telón, seguimos igual... o peor.
Eso es lo que está sucediendo con la Ley de la vivienda y la urgente necesidad de regular los precios del alquiler. Los diferentes gobiernos democráticos históricamente se han saltado a la torera el artículo 47 de nuestra sacrosanta Constitución, no digo ya en su parte de "derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada", sino en la de "regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación". Y sigue haciéndolo, aunque con PP y Vox sería todavía peor, más amigos de la liberalización del suelo.
Lo que sucedió ayer en Barcelona ni es casual ni es puntual. El Estado ha hecho dejación de funciones y no sólo no frenado la especulación sino que se han orillado las iniciativas de vivienda social. En ciudades como Nueva York, en el mismo Mahattan, las promotoras de obra nueva están obligadas a reservar un número determinado de plantas a vivienda social con lo que, una vez terminado el rascacielos, en una planta vive una familia adinerada pagando una fortuna de alquiler y en el piso inferior vive otra pagando una cantidad muy inferior. Obviamente, a las élites nos les agrada esta situación, ya saben, eso de 'compartir espacio con la mugre' porque les hace menos exclusivos, pero son pasos hacia una sociedad más inclusiva.
No tener noticias ahora de las negociaciones de la Ley de vivienda no quiere decir que no se esté trabajando, aunque el ritmo sea esclerótico. Se agradece que PSOE y Unidas Podemos nos ahorren su guiñol, su festival público de reproches -ojalá lo hubieran hecho durante las campañas electorales-, porque la ciudadanía quiere medidas efectivas y no tanto conocer cómo se llegó a hasta ellas. La situación es insostenible y este proceso demasiado dilatado, evidenciando quiénes son en realidad las marionetas en este infame guiñol.
Llegados a este punto, ¿por qué no impulsar las Empresas Municipales de la Vivienda (EMV)? Imaginen que sólo fuera posible alquilar una vivienda a través de la EMV, que tasa el piso y ofrece la franja de precios a los que se pueden salir al mercado. Sería imposible o, si lo quiere, ilegal alquilar sino es con la intermediación de la EMV y, en contraprestación, ésta sería un seguro ante impagos de inquilinos. Se borraría de un plumazo la especulación, alquilándose a un precio justo. ¿Y los apartamentos turísticos que distorsionan el mercado? Sencillo, también intervenidos y, además, con un número determinado de licencias por zona con lo que, cubierto ese cupo, no pueden ofertarse más.
Sí, es intervencionismo pero como ya lo hay con los estancos, por ejemplo. ¿O acaso regular la venta de tabaco es más importante que procurar un hogar a las familias?