Posos de anarquía

Europa no pasa el examen de la solidaridad con Afganistán

Europa no pasa el examen de la solidaridad con Afganistán
La población afgana aguarda fuera del aeropuerto de Kabul. – REUTERS/STRINGER

Europa vuelve a mostrar su peor cara. Cada vez que tiene que poner a prueba su discurso buenista de solidaridad y respeto por los Derechos Humanos (DDHH) suspende. No me refiero únicamente a las instituciones y gobiernos, sino a la misma ciudadanía, que mientras siembra las redes sociales de imágenes de mujeres afganas ya se pone la venda antes de la herida de acogida de personas refugiadas.

Mientras una parte de nuestra población comienza a movilizarse más allá del clic de ratón y prepara estructuras solidarias para acoger a quienes huyen del horror talibán, otra ya ha comenzado a extender el miedo al terrorismo, la xenofobia infundada con el mensaje falaz de que "no hay recursos para los españoles, cómo va a haber para los afganos". Y España no es una excepción, en Europa, también envenenada con la ponzoña de la extrema-derecha sucede lo mismo... aunque no son sólo los ultras quienes agitan ese fantasma.

El problema de España es que mientras desde el gobierno se saca pecho por nuestro sistema de Protección Internacional, vemos cómo vulnera los derechos fundamentales de los menores marroquíes en Ceuta. Nuestro país no pasa la prueba del algodón y se queda en un discurso pomposo vacío de contenido, sin respaldo de hechos. Ya sucedió con la mal llamada 'crisis de refugiados' de la guerra de Siria, cuando lo que en realidad fue es una crisis de solidaridad. Entonces, como hizo el resto de Europa, le dimos la espalda a quienes huían de una guerra alimentada por Occidente, con la isla de Lesbos convertida en cárcel al aire libre donde los horrores superaban, incluso, a los vividos en la misma Afganistán.

Como ocurrió con la población refugiada siria, la única mandataria que ahora ha estado a la altura ha sido Angela Merkel, que en la recta final de su salida de la política ha hecho autocrítica y ha admitido sus errores de cálculo; nada que ver con Joe Biden, cuya supremacía imperialista yankee está tan inserta en su ADN como en el de Donald Trump, en eso no hay diferencia entre demócratas  y republicanos.

Europa anda más preocupada por la avalancha de población refugiada que por el futuro de la población afgana. Tanto es así que, al tiempo que apostilla que no reconocerá el gobierno talibán, comienza a entablar relaciones con el mismo para tratar de evitar una nueva crisis migratoria que, en realidad, ya ha estallado. Es la enésima ocasión en que la UE usa las vidas humanas como moneda de cambio. A pesar de su capacidad, se cierra en banda cual club selecto y da la espalda a quienes más lo necesitan, a quienes las propias acciones de Europa, chico de los recados de EEUU y la OTAN, han traído a esta situación.

Busquen, repasen en la historia reciente y no hallarán ni una sola ocasión en la que la UE haya superado el examen de la solidaridad, más allá de enviar ayuda humanitaria -siempre menos de la comprometida-. Ni siquiera con la pandemia, Europa cumple con el envío de vacunas a los países en vías de desarrollo, lo que termina explotándole en la cara con la llegada de variantes surgidas, precisamente, en esos países. Formar parte de la ciudadanía europea hoy, de la española, es motivo para la vergüenza, esa que acostumbra a hacer acto de presencia tanto como la rebelión contra nuestros gobiernos insolidarios, es decir, nunca.

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